Fedra. Karpas Teatro

Uno de los personajes femeninos más contundentes y con más matices, regresa a las salas para seguir sembrando de amor y pasión cada nueva escena. Una historia que adquiere inesperados matices al convertirse Fedra en una heroína romántica. Un drama en el que quedan al descubierto todas las debilidades humanas, quedando todos expuestos ante sus instintos más básicos.





Hace más de veinte años que fui por primera vez a la sala Karpas Teatro. Desde entonces no he fallado ninguna temporada, de hecho hay obras que he visto en más de una ocasión. La sala tiene tanta magia que siempre que voy es como si fuera por primera vez y esta vez no ha sido diferente.



En esta ocasión se trata del mito de Fedra, mezcla de tragedia y romanticismo que lleva enamorando a multitud de autores, desde Eurípides y su "Hipólito" hasta Jean Racine y "Fedra". El año pasado ya pudimos asistir a la versión que se representó de "Fedra" en el Teatro La Latina, protagonizada por Lolita Flores, Juan Fernández y Críspulo Cabezas entre otros.

Fedra era hija de Minos y Pasífae (a la que se hace mención en varias ocasiones de la obra), los reyes de Creta. Por otro lado tenemos a Teseo, que después de abandonar a Adriana (hermana de Fedra) se casó con Antíope, a la que a su vez abandonó para casarse con Fedra. Una historia de amor a varias bandas que nos lleva a los instintos más básicos del ser humano.


Ya mientras se espera para acceder al interior de la sala notamos la singularidad de este espacio tan singular. Un pequeño detalle llama nuestra atención, y la magia de la que hablaba al inicio se muestra en una placa que se ha colocado en referencia a la obra. Un ejemplo más de la atmósfera que se respira en este teatro, en el que todo se cuida al detalle, haciéndonos sentir como en casa.

       
 

La adaptación de Manuel Carcedo, aunque con pequeñas aportaciones, mantiene con maestría la esencia de la obra original. Teseo, el viejo esposo de Fedra, vuelve a casa tras una larga ausencia por un viaje de negocios. Allí le espera Fedra sumida en un mar de dudas, entre el amor que roza la locura por Teseo (su hijastro fruto del anterior matrimonio de Teseo) y la "cordura" que le intenta imponer su ama. Por su parte Hipólito, ajeno a ello, pasa los días entre sus dos pasiones, la caza y el estudio de los autores románticos (Goethe...). Su maestro es Marcelo, que dedica casi todo su tiempo a enseñar con enorme dedicación que no es sólo motivada por su amor a la docencia, sino por su amor a Hipólito. Testigo activo de todo lo que sucede en la casa es la ama, eje vertebrador de la historia narrada y de la que subyace.

"A la hora de pensar en estos fascinantes personajes he procurado empaparme de los ángeles y los demonios que configuran todos y cada uno de los seres humanos" relata el propio autor, que ve en la obra a "Fedra, como todo ser humano, es esclava de sus pasiones. Esto la despoja de la disculpa que puede conferir lo inexorable de la predestinación y la convierte en una heroína romántica en lucha con sus propias pasiones. Del mismo modo, el resto de personajes se mueve a merced de sus apetitos e inclinaciones, llevando la tragedia griega hacia el más puro drama romántico".



La obra se inicia con Fedra elegante, llenando el escenario con su vestido negro y rojo, con el pelo recogido en una clara expresión del conservadurismo propio de la época. Aparentemente una mujer fría, hierática, una esposa de entonces, pero poco tiempo transcurre hasta que le confiesa a su ama (conocedora de todos los secretos que rodean la casa y a sus habitantes) el infierno en el que vive. Ni siquiera la intervención sensata y pacificadora del ama pueden hacer entrar en razón a Fedra, enamorada hasta perder la cordura de Hipólito, y que no cesará hasta conseguir sus propósitos, le cueste lo que le cueste y destrozando todo lo que tenga que destrozar. Como magníficamente expresa en una de esas confesiones a su ama, es como un volcán que pese a llevar mucho tiempo en reposo, en cualquier momento va a estallar. El amor, el deseo y la pasión, que roza la locura, la están matando por dentro.

Este montaje, de poco menos de dos horas de duración, está muy compactado, lleno de fuerza, crudeza, pasión e irracionalidad (como no deja de serlo el propio amor) que nos obliga a una montaña rusa de emociones constante. Es esta una obra que , aún sabiendo el desenlace, nos mantiene en un estado de tensión e intriga como sólo las grandes historias pueden hacer.





El elenco está encabezado por Marta Eguía en el papel de Fedra, en una espléndida interpretación de los vaivenes de sus sentimientos, sus pasiones y sus diálogos desafiantes y afilado con Marcelo, que se desarrollan con un ritmo maravilloso. Si explicar con palabras lo que es el amor, el deseo y la pasión es muy complicado, Eguía lo consigue con enorme solvencia. La acompaña Charo Bergón como Ama, una asidua de la compañía a la que he visto en multitud de personajes y que no deja de sorprendernos con su saber estar sobre el escenario. Sobresaliente su personaje, que se mueve entre la fidelidad a su señora y la impotencia de no poder evitar el temido desenlace.

Junto a ellas está Jorge Peña Miranda, interpretando brillantemente a Marcelo, maestro de Hipólito, el personaje en la sombra que hábilmente trata de urdir un plan para conseguir sus propósitos. Como decía anteriormente, sublimes sus disputas verbales, tanto Fedra como con el Ama. Alberto Romo interpreta a Teseo, al que el amor por su esposa le ciega hasta el punto de no dejarle ver lo que se está gestando en su propia casa. Su papel, con la sobriedad del señor de la casa que tiene que mantener la compostura pero que sufre en sus carnes la que cree deslealtad de su hijo y después de su propia esposa, no hace sino complementar el del resto de personajes. Cierra el elenco Raúl Peñalba como Hipólito, quien con una enorme ternura conoce el amor de la que considera su madre.




La dirección corresponde a Manuel Carcedo (que como ya dijimos antes, también se encarga de la dramaturgia), impecable tanto en la adaptación del clásico como en la dirección de los actores. Podríamos decir que ha conseguido crear un "triángulo de cinco lados". Triángulo por la relación que se crea entre Fedra, Hipólito y Marcelo, y los cinco lados porque sin la participación de todos y cada uno de los personajes (Teseo y Ama serían las otras dos piezas) no se entendería la obra.

Como el propio director señala: "Despojada de su condición trágica, su drama se urde en derredor de las debilidades humanas. El triángulo que forma junto al esposo Teseo y al hijastro Hipólito tiene toda la fuerza destructora de las pasiones humanas que, al igual que en otros tiempos el designio de los dioses, todo lo arrasa. Un cuarto personaje, el preceptor Marcelo con su devoción por el muchacho, y el Ama, con la sabiduría de sus años, cierran el círculo donde todo...va a consumirse. A veces una vela que se consume lentamente produce más intensidad emocional que un voraz incendio".


No podemos terminar esta reseña sin hablar de la cuidada parte técnica. Hay que resaltar la acertada iluminación, donde juega un papel imprescindible, ayudando a entender mejor los dramas y los secretos que rodean el escenario. La escenografía y el vestuario, sencillos y eficaces, han sido diseñados por Manuel María Grimaldi, y realizado por Alberto Romo. Por su parte los efectos de sonido que nos sumergen aún más en la escena han sido creados por Rubén Berraquero y Jorge García Cardona.

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Fedra
Teatro: Karpas Teatros
Dirección: Calle Santa Isabel 19
Fechas: Sábados a las 19:00 y 21:30. 
Entradas: Desde 13€ en karpasteatro, atrapalo. Hasta el 27 de Octubre.


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