Teatro: Jose K torturado. Teatro del Barrio

¿Quién es más peligroso el torturador o el torturado, que lo es por graves delitos? Es lícito cualquier estrategia para sonsacar una información? Hasta donde se puede llegar por la defensa de unas ideas? ¿Es comprensible la violencia hacia un terrorista, asesino en serie, violador...? ¿La violencia se convierte en arma y en excusa para poder maltratar a una persona por los delitos que haya podido cometer?



Tras su exitoso paso la temporada pasada por el Teatro Abadía, llega para quedarse al Teatro del Barrio esta demoledora y angustiosa propuesta sobre la violencia, la tortura, el terrorismo y los límites difusos de la justicia en situaciones extremas. ¿Es lícita la violencia y la tortura si con ello se puede evitar la muerte de inocentes? Una pregunta a todas luces complicada, en la que parece que cualquier respuesta puede ser justificada y a la vez motivo de discusión. Un peligroso y delicado tema que nos lleva a lugares oscuros del alma humana, a los instintos más primarios del animal que somos.


Moma Teatre con la colaboración de Hermes Producciones nos plantean este dilema ético y moral, del que es muy difícil salir bien parado. Podremos darle muchas vueltas al argumento, al texto, a todo lo que sucede a lo largo de la obra, pero en todo momento nos invadirá una profunda duda, una inseguridad al pensar de que parte estamos, como actuaríamos nosotros, hasta donde estaríamos dispuestos a llegar para conseguir una información que pudiese salvar vidas, o que seríamos capaces de hacer por nuestros ideales. Miles de cuestiones, algunas puramente ideológicas, otras de carácter más filosófico, que nos sitúan en un espacio incómodo, unas arenas movedizas que nos hacen movernos en la inseguridad, con la sensación de que todo lo que hagamos o pensemos podrá ser utilizado en nuestra contra.


Este demoledor texto fue escrito por el periodista Javier Ortiz, convertido en autor de culto por su pronto fallecimiento en 2009. Autor siempre muy comprometido, escribió obras de profundo contenido político, como "Miradas sobre Euskadi", "Ibarretxe" o "Diario de un resentido social". También participó como coautor en "¡Palestina existe!" o "Washington contra el mundo". La obra que nos ocupa fue publicada un año después de su muerte. 

El encargado de dirigir este desgarrador montaje ha sido Carles Alfaro (con Vicenta Ndongo como ayudante de dirección), que con casi medio centenar de obras a sus espaldas, ha creado un mundo angustioso, que nos atrapa y nos angustia, con la gran pantalla que parece increparnos en todo momento, en un claustrofóbico lugar al que nos empuja para encerrarnos (como al protagonista) y no dejarnos escapar hasta que nos "destroza" con un texto apabullante. Director de gran trayectoria y fundador de Moma Teatrefusiona en esta obra el teatro con el cine, la angustia que se siente del hombre atado y encerrado, la potencia visual del primer plano cinematográfico, que nos coloca cara a cara con el actor, con la historia, con sus protestas y sus amenazas.




Alfaro ha sido el responsable de algunas de las mayores joyas de los últimos años, como la inolvidable "Petit Pierre", "Vania", "Éramos tres hermanas" o "Atchusss!!", y clásicos como "El lindo don Diego", "La vida es sueño" o "Tartufo". Con una dilatada carrera, este es uno de sus trabajos más arriesgados, por lo transgresor de la propuesta, con un personaje encerrado al que solo vemos la cara en una gran pantalla, por la dureza del texto, y por la polémica que rodea todo lo que en ella se trata. Pero el director lo resuelve con maestría, nos muestra a José K dentro de un cubo de cristal, desnudo y atado, sentado sobre un cubo metálico y de espaldas a una parte del público (como fue mi caso), sudoroso y con restos de sangre. Una puesta en escena cruda y directa, que nos hace caer a los bajos fondos desde la primera escena. Nos mete en los oscuros calabozos de cualquier lugar, espacios represores, personas en estado de nervios por una situación extrema, y todo ello cargado de intensidad, con los nervios a flor de piel, todos quieren tener razón, pero en el fondo ninguno la tiene.


La historia transcurre en un país indeterminado, cuando la policía ha detenido al terrorista conocido como José K, cuya intención no era otra que la de hacer explotar una bomba en una plaza céntrica de la ciudad, abarrotada de gente. Una vez detenido, la policía se dispone a torturarle para sacarle la información de donde está el explosivo, con la premura evidente de que pueda estallar en cualquier momento. El terrorista no duda en decir bien alto que odia a la Humanidad, y que por eso mismo nunca dirá donde se encuentra la bomba. Por su parte la policía, con las prisas que intentar evitar la masacre, no duda en utilizar cualquier tipo de tortura para conseguir la información. 


Con este "explosivo" planteamiento comienza la obra, que transcurre en su totalidad en la claustrofóbica sala de interrogatorios en el que la policía tiene desnudo y atado a José K. La historia se convierte en una dura reflexión sobre donde se encuentran los límites de la justicia para poder sonsacar la información de un detenido. Desde un primer momento se nos cuentan, de manera descarnada, todas las torturas que sufre el terrorista. En todo momento sobrevuela el dilema moral si es aceptable la tortura para poder salvar a inocentes de un atentado, una pregunta que nos asalta la cabeza en cada escena, en cada nueva tortura, en cada nuevo momento de dolor del protagonista. La obra nos mantiene en el filo de la navaja, planteándonos si se puede permitir la tortura en casos extremos (pensamos en atentados ocurridos en nuestro país y la posibilidad de que alguien, tortura mediante, los hubiese podido impedir), si es un mal menor (los llamados daños colaterales) en la búsqueda de un bien colectivo. Y en caso de que fuese lícito, en que ocasiones podría hacerse, quienes tendrían el poder para hacerlo. Es menos salvaje aquel que tortura que quien piensa en matar siguiendo sus creencias. Ambos piensan que lo que hacen está bien, que es el otro el asesino y el psicópata. Son estas situaciones que la sociedad no quiere plantearse, prefiere mirar para otro lado y que si ocurren, que ellos no se enteren, para evitar llevar esa carga en su conciencia.



Pero todo este montaje no sería lo que es sin la interpretación antológica de Iván Hermes, que nos regala un trabajo para recordar. En su papel de José K nos ofrece todo lo que se le puede pedir a un intérprete, entregado en todo momento, sin dejarse nada en el tintero, demostrando en cada escena el dolor y la angustia del prisionero, y a la vez el odio y la desgana del terrorista que aborrece a todo lo que le rodea. Un actor que lo da todo desde ese cubículo en el que ha sido encerrado, con el factor añadido de que está atado, por lo que todo lo que nos muestra lo basa en su rostro, en sus gestos cargados de rencor, en sus miradas impregnadas de miedo, en su rostro marcado por el sudor y la sangre de las horas de tortura.


Hermes, al que hemos podido ver en montajes como "Roberto Zucco", "A Electra le sienta bien el luto", "Hamlet", "La tempestad" o "Escuadra hacia la muerte", consigue afianzarse con este monólogo como uno de los actores más polifacéticos de su generación. Lo desgarrador de su gesto hace que toda la escena se envuelva de dolor, de angustia de una tensión que nos transmite con cada movimiento, con cada gota de sudor derramada, con cada angustioso grito de dolor. El actor consigue hipnotizarnos, que durante toda la obra estemos pendientes de las cosas tan atroces que le suceden, por la verdad que desprende en sus palabras, por la franqueza de desprenden sus lágrimas, por lo racional que suena su discurso, por lo emotivo de todo lo que sucede.


La puesta en escena de este espectáculo se convierte en pieza fundamental para que todo coja el tono angustioso y claustrofóbico que quiere transmitir. Toda la coordinación técnica corre a cargo de Ismael Aguilar y Paco Silva, que consiguen que todo encaje a la perfección. El propio Carles Alfaro ha sido el encargado del diseño del espacio escénico, centrado en ese cubo de vidrio en el que está encerrado José K. Lo más impactante en es el escorzo en el que coloca al personaje, que le hace dar la espalda al público y como se apoya en una gran pantalla para que veamos en todo momento los angustiosos gestos del protagonista. Una propuesta muy interesante que consigue enganchar desde el primer momento, gracias a la singularidad del montaje. Hay que destacar también el espacio sonoro creado por Jose Antonio Gutiérrez y Joan Cerveró, único apoyo del actor en toda la obra, que va creando ambiente, potencia la angustia general y consigue momentos demoledores, como el desenlace final.


La obra nos pone frente a frente con nosotros mismos, con nuestras creencias, nuestros ideales y nuestras líneas rojas, aquellas que pensábamos que no se podían traspasar bajo ningún concepto. ¿Es aceptable la tortura? ¿Puede utilizarse de manera excepcional en la búsqueda de un bien común? ¿En función de qué criterios se puede usar y quien la autoriza? Nos pone contra la pared, nos arrincona ante preguntas sin respuesta, a las que nadie quiere responder, ya que todas las respuestas son, al menos en parte, erróneas. Una descomunal obra que dejará poso y muchas cosas en las que pensar.
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José K, torturado
Teatro: Teatro del Barrio
Dirección: Calle Zurita 20
Fechas: Viernes 22/11 a las 17:00, Sábado 23/11 a las 22:30 Lunes 9/12 a las 20:00.
Entradas: Desde 15€ en TeatroDelBarrio. Hasta el 9 de Diciembre.

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