La oscura realidad que se esconde tras los viajes en busca de la conquista de América nos debería hacer sonrojar. El que suponía mundo civilizado desembarcó como un elefante en una cacharrería, para llevarse por delante todo lo que encontró. Lejos de intentar tender la mano a esas culturas que allí se encontraron, impusieron sus creencias y sus tradiciones. Lo que debería haber sido un momento para la hermandad y el mutuo entendimiento se convirtió en una masacre en la que los recién llegados se impusieron y arrasaron con todo a su paso.
Lo que durante muchos años se mostró como una gran hazaña es ahora cuestionado por historiadores y estudiosos. El libro "Naufragios" de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, publicado en 2018 por la editorial Cátedra nos abría los ojos y nos contaba las desventuras de que sufrió esta expedición de "intrépidos conquistadores" en su periplo por la actual Texas y el norte de México. Este grupo de náufragos, que habían zarpado de territorio español a comienzos del siglo XVI con la intención de conquistar la actual Florida, acabaron sucumbiendo ante los indígenas, las inclemencias meteorológicas y a su propia ambición. Este montaje, basado en ese libro, se focaliza en la obsesión de estos conquistadores por colonizar el lugar al que llegaban, sin tener en cuenta para nada la gente que allí vivía, sus tradiciones o su cultura.
Esta producción del Centro Dramático Nacional es un proyecto majestuoso, con una puesta en escena grandilocuente, y con un gran elenco que nos cuenta la historia como si de una tragedia griega se tratara. Al frente de este montaje dos de los más grandes de la escena, José Sanchís Sinisterra se ha encargado del texto y Magüi Mira de la dirección (con Dani Llull como ayudante), casi nada para empezar. Una de las producciones más ambiciosas de la temporada, con la épica propia que se debe dar a las "hazañas" de estos conquistadores que se convirtieron en invasores, pasando por todo tipo de aventuras de muy diverso pelaje. Unas "proezas" que este montaje intenta humanizar, mostrando el lado oscuro de todo lo que ocurría en aquello tumultuosos viajes a la conquista de América.
El texto, por momentos desconcertante, nos coloca a ambos lados del océano, viendo el sufrimiento de la esposa de Núñez en España y por otro lado los suplicios vividos por la misión por América. Una historia que da continuos saltos para ir mostrando todo como si de un puzzle se tratase, colocando cada pieza en su lugar en el momento adecuado, para no desvelar nada antes de tiempo. La maestría de Sinisterra ("Ay Carmela", "El cerco de Leningrado", "Ñaque o de piojos y actores") en el dominio del texto teatral resulta evidente en este aparente caos en el que nos sumerge, en el que los personajes entran y salen de escena para corregirse unos a otros, pero en el que todo funciona a la perfección.
Para la directora Magüi Mira ("Consentimiento", "Festen", "El discurso del Rey") el reto es mayúsculo, ya que un proyecto de esta envergadura y complejidad necesita que todo encaje. Mira cuenta que "mostramos la metáfora del gran fracaso humano que significó toda la Conquista. La gran oportunidad perdida para un abrazo entre la supuesta civilización europea y los pueblos indígenas. La historia de unos descubridores que descubren sobre todo su error, su patética incapacidad para comprender al diferente. Un escalofriante espejo de nuestra actual impotencia para asumir las migraciones que nosotros mismos sembramos. Con un lenguaje teatral contemporáneo en el que me he sentido libre para desarrollar su humor, sus anacronismos y su sana demencia, mostrando la ausencia de barreras del teatro para excitar la libertad y la imaginación del espectador". Este lenguaje que utiliza nos hace viajar por la mente de Alvar Núñez, acercarnos a sus vivencias, pero también a las dudas que lo invadieron en estos viajes, a los momentos de más incertidumbre y a los de mayor gozo. Un montaje que baila al son marcado por la directora, en el que lejos de realizar una composición al uso nos va fragmentando la historia de una forma caótica como en la mente del conquistador, para que nos adentremos lo más posible en todo lo que debieron ser esas travesías.
La directora ha querido "comprender la frustración que supuso ese fracaso para las dos partes. No es preciso estudiar en profundidad la Historia para conocer el daño que ha hecho el hombre con su torpeza, su prepotencia y su falta de sensibilidad para poder transmitir la cultura, el arte y la ciencia sumándola a la de otros pueblos". Esa falta de empatía de los conquistadores hacia las tribus que se encontraron a su llegada al continente americano es uno de los pilares sobre los que cimienta la obra.
A través de una estructura informe y caótica, en la que impera la grandilocuencia y la belleza visual por encima de una composición teatral al uso, se fomenta la cercanía a la enajenación más absoluta a la que se sometieron estos conquistadores, en la que la coherencia y la formalidad lineal quedan en un segundo plano, para potenciar lo visual, los sentimientos, lo visceral por encima de la racional. La obra nos introduce en uno de los acontecimientos más reseñables de nuestra Historia, la conquista de América, para plantearlo como un gran fracaso a la hora de la relación con el prójimo, algo que se podría extrapolar a cualquier colonización, en la que se premia lo propio para ignorar lo del otro, imponiéndose antes incluso de ver lo que la otra parte puede ofrecer. En este caso el ejemplo de pueblo sometido es el indio americano (en nuestros días se podría pensar en sirios, iraquíes o palestinos), al que se somete sin que haya hecho nada, por el hecho de estar en el lugar que los invasores quieren conquistar.
Esta extraña aventura nos traslada a los primeros años del siglo XVI, cuando una expedición de conquistadores españoles se disponen a llegar a la región que hoy en día es Florida. Durante ocho largos años, Alvar Núñez y sus compañeros recorrerán el sur de los actuales Estados Unidos, pasando todo tipo de peripecias, fueron perseguidos por los indígenas, lucharon contra ellos y los esclavizaron, pasaron penurias hasta el punto de tener que practicar el canibalismo. El viaje no fue del todo sangriento y algunos hombres, los más capacitados intelectualmente, supieron ver las cosas buenas que tenían estas civilizaciones desconocidas. El propio Núñez denunció el maltrato que, en nombre de la corona, se les hacía a los indios. Esa relación de amor hacia la nueva cultura choca de lleno con su lealtad a la corona, lo que le produce angustias vitales que le hacen volverse loco.
Mientras que para la corona el propósito de aquella expedición era la conquista por la fuerza del territorio, algunos de los que lo vivieron descubrieron un mundo nuevo lleno de cosas interesantes, tanto cultural como sentimentalmente. Este montaje muestra muy bien esa dualidad, tanto de Alvar con si mismo como de él con sus propios compañeros. Uno de los toques más ingeniosos de la obra es la continua rectificación que dos de sus compañeros le hacen, en plena narración, de lo que fue la historia. El montaje pretende que el público vea "que el mundo, la realidad, es muy compleja, y casi nunca admite posiciones maniqueas. Y menos cuando estas responden a intereses no culturales o de (lícita) recuperación de la memoria, si no electorales".
El elenco que se embarca en este viaje es imponente, dando grandes muestras de versatilidad en un montaje de muchas dificultades, tanto físicas como interpretativas. Con Jesús Noguero a la cabeza dando vida a Alvar Núñez, la obra de desarrolla en torno a su figura con momentos de gran belleza. Sus compañeros en la expedición no son otros que Pepón Nieto (en la piel de Pánfilo de Narváez, jefe de la expedición), Rulo Pardo (dando vida a Castillo, uno de los supervivientes del viaje), David Lorente (como Dorantes, compañero de batallas de Castillo) y Jorge Basanta (dando vida a Esteban el moro).
Sobre esos cinco personajes se va diversificando la historia, cada uno con una meticulosa definición llena de matices. Pepón Nieto es un rudo capitán, con una desgarrada voz que le hace crear un personaje que ve como se le desmoronan sus expectativas de éxito delante de sus ojos. El tandem formado por Rulo Pardo y David Lorente se convierten en "la mosca cojonera" que no da por buena ninguna de las historias de Alvar Núñez, siendo los personajes más cómicos y bufonescos de la obra. Jorge Basanta nos presenta a un Esteban ambiguo, que deambula por la escena haciendo de hilo conductor entre las distintas piezas y llegando a convertirse en "mantero". Pero sin duda alguna la interpretación de Jesús Noguero como Alvar Núñez es la más poliédrica de todas, transita la locura y la desesperación en un viaje interior tan duro como la propia expedición lo fue en lo físico.
Hay que destacar también la poderosa presencia de tres personajes femeninos en la historia. Ellas son Mariana (la mujer que le espera durante años en España), Shila (la mujer indígena de la que se enamora Núñez) y Claudia (única mujer de la expedición). La maravillosa Clara Sanchís da vida a una Mariana que transita la escena como un alma en pena, transmitiendo el dolor y el aturdimiento que le supone su amor por el conquistador. Karina Garantivá nos presenta una Shila exótica, radiante, un personaje que va creciendo en protagonismo a lo largo de la obra hasta protagonizar una preciosa escena en su encuentro con el conquistador. Por su parte Muriel Sánchez da vida a Claudia, un personaje entre la realidad y la ficción, que comienza creando el caos en la expedición para después transitar la obra como un ente misterioso (magistrales sus interpretaciones musicales).
El reparto se completa con Nanda Abella, Olga Díaz, Lula Güedes y Cruz García (como el grupo de indígenas que acompañan a Shila), Pedro Almagro (como Melchor Pérez), Alberto Gómez Taboada (en la piel de Figueroa), Kike del Río (dando vida al Padre Suárez) y Antonio Sansano (como Alaniz).
Pero si algo destaca por encima de todo en este montaje, tan de por si enormemente visual, es la escenografía diseñada por Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán (con Laura Ordás como ayudante). Un portentoso trabajo presidido por un gran caballo (maravillosa la escena en que lo despellejan o en la que los conquistadores aparecen a su alrededor como estatuas) pero que esconde muchas otras peripecias técnicas de gran complejidad y mucha belleza visual. El segundo término de la escena es un fanganoso espacio (no tengo muy claro de que está hecho) que produce una gran angustia, al ver a los personajes sufrir al caminar por él. Para mi la escena más potente es la del barco, en la que un ingenioso juego de espejos y diversos elementos móviles nos lleva al angustioso movimiento de la nave. Bella y prodigiosa, la escenografía eleva un par de escalones la dimensión del montaje.
Otro de los elementos clave del montaje es la lúgubre iluminación diseñada por José Manuel Guerra (con Sergio Balsera como ayudante). Una luz tenue en el relato de la conquista que contrarresta con la gran luminosidad de las escenas ubicadas en España, las que aparece Mariana. Muy interesante es el uso de la música de Jordi Francés creando ambiente, de los sobrecogedores momentos de angustia de los expedicionarios a los más animados de los primeros momentos. Por último hay que destacar el vestuario diseñado por Gabriela Salaverri (con Mónica Teijeiro como ayudante), así como la caracterización a los actores, de la que se encarga Moisés Echevarría. Ambos trabajos ayudan a crear esos personajes sórdidos, perdidos, andrajosos, que son los conquistadores, que se ven aún más oscurecidos por la luminosidad de los trajes de las indígenas.
Teatro: Teatro María Guerrero
Dirección: Calle Tamayo y Baus 4
Fechas: De Martes a Domingos a las 20:00.
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