Teatro: En palabras de Jo... Mujercitas. Teatro Español

El revisitar un clásico siempre es interesante, pero mucho más cuando se plantea desde una perspectiva como la de este caso. Porque este nuevo montaje nos habla de "Mujercitas" pero también de todo lo que Louisa May Alcott dejó escondido entre sus párrafos. Todo aquello que no pudo plasmar abiertamente pero que dejó sobrevolando en sus páginas, sale ahora a relucir en esta deliciosa versión, en la que se entrelazan realidad y ficción, narración e hipótesis, autora y personajes.


Esta versión cambia el foco, mueve el punto de vista para situarnos en la vida de la autora, en todo el proceso creativo que le llevó a escribir el libro, con todas las trabas de la época, con todos los impedimentos que surgieron para poder firmar con su propio nombre, ante la censura por muchas de las cosas que quería contar y como quería hablar sobre ciertos temas. En esta brillante versión se entrelazan la propia historia de la autora con la del libro, para mimetizar personajes e ir descubriendo todos los escollos que tuvo que ir salvando la autora a la hora de escribir su famosa novela. Un texto que ha marcado a muchas generaciones de mujeres y que en esta nueva visión saca a la luz muchas más cosas interesantes sobre su propia creación y su esencia.
 

Esta producción del Teatro Español (que estaba prevista para la pasada temporada y ha sido recuperada por los problemas de programación durante la pandemia) es una contundente propuesta, feminista y liberadora, en la que sus protagonistas pelean por conquistar sus sueños, tan alejados unos de otros. La dramaturga, directora y actriz Lola Blasco ha sido la encargada de versionar la universal novela de Louisa May Alcott, dándole aún más carga poética y reivindicativa (al menos más abiertamente) que la original. La propia dramaturga confiesa que ha creado esta obra "haciendo uso de otras piezas de la escritora (también sus dramas y sus novelas eróticas) y de sus firmes convicciones políticas y feministas" pero también "volvemos a revisitar la célebre "Mujercitas" desde el presente, desde la ironía, desde el doble significado, leyendo entre líneas... desde lo que quizás... a la vista de la biografía de la autora... pensamos que quería decir". Y es esto último lo realmente novedoso e interesante de esta nueva versión. El plantearla desde el proceso creativo de la escritora, permite a Blasco hablar con mucha más libertad de temas que en la novela aparecen esbozados pero que tenían gran importancia en la escritora.


La directora Pepa Gamboa ha realizado una propuesta alegre, divertida, sin prejuicios y cargada de preguntas que quedan flotando en el aire, sobre el papel de la mujer en la sociedad. Confesa entusiasta de la obra, cuenta que ha ido descubriendo como esa devoción no era cosa suya, "con el paso del tiempo me di cuenta de que aquella experiencia era compartida. Casi todas las chicas que he conocido recuerdan algo especial asociado a su lectura". El imponente reto de dirigir un texto tan emblemático y tantas veces revisado es más un aliciente que una losa, "¿Cómo pudo marcar positivamente la vida de tantas mujeres?¿Qué hay de especial en "Mujercitas"? Preguntas emocionantes sin duda, ante las cuales me lanzo a la aventura de dirigir esta nueva relectura de un clásico de la literatura femenina y mundial". 

El término relectura adquiere aquí un pero específico por si mismo. Porque no estamos ante una versión de la novela al uso, más bien es un análisis de la obra desde dos prismas, el de la autora y el de la propia obra. El resultado es brillante, ingenioso en sus cambios escénicos (y argumentales), muy divertida pero con un fondo muy potente, que deja momentos memorables sobre la relación de las hermanas, la de la autora con su editor, un continuo y fino argumento reivindicativo bajo la pátina de una entrañable comedia. Si a ello le sumamos las brillantes interpretaciones de todas las actrices, el resultado es elegante y divertido, reivindicativo y alegre, preciosista y universal.



El montaje es una clara reivindicación a la figura de la mujer, desde el abanico de personalidades tan variadas que nos presenta la obra. Unas más conservadoras, otras más luchadoras, nos muestra la radiografía de lo que eran las mujeres allá por el siglo XIX, en el que para escribir debían hacerlo bajo seudónimo (como le ocurrió a la propia Louisa May Alcott). Uno de los mayores aciertos de esta propuesta es la sencillez con la que se entrelazan las dos historias, convirtiendo a una de las hijas en el alter ego de la escritora. La pieza no deja de sorprendernos, por el carácter de cada uno de los personajes, pero sobre todo por los continuos giros de guion. El comienzo de la obra nos sitúa en la obra en su modo más convencional, pero en un momento todo cambia para descolocarnos y conseguir que suba varios peldaños la intensidad de la obra con la irrupción de la historia de la autora.


El montaje se asienta y toma más presencia gracias a un elenco en el que todas están maravillosas. Cada uno de los personajes tiene una personalidad muy marcada, que nos muestran a lo largo de la obra, con momentos de increíble lucimiento para cada una de ellas. Todas ellas se pliegan por el bien del elenco cuando es necesario, para desplegar todo su arsenal en el momento adecuado. Comandadas por las veteranas Clara Sanchís y Maite Sandoval, que consiguen marcar el ritmo y el tempo en todo momento, las mujercitas demuestran en todo momento su vitalidad, sus ganas por conseguir sus sueños, que a lo largo de la obra se van apagando en alguno de los casos. El grupo que conforman las mujercitas Paula Muñoz, María Pizarro, Carolina Rubio y Andrea Trepat es encomiable, remando en todo momento en la misma dirección, en ese complejo entramado de personalidades tan diferentes.


Clara Sanchís hace un despliegue monumental de todas sus armas. La facilidad con la que transita personajes tan opuestos es memorable. En un primer momento dará vida a Marmée, aunque a lo largo de la obra dará vida a otros personajes como el editor de May Alcott. La aparición en escena de Sanchís es lo que hace voltearlo todo, comenzando con los saltos entre las dos historias, en la que ella será personaje fundamental. Es dulce en el trato con las mujercitas, agresiva con Louisa May Alcott, pero dota a todos sus personajes de un halo de misterio maravilloso. El final junto a Maite Sandoval es maravilloso. El duelo interpretativo de las dos actrices es prodigioso. Sandoval interpreta los papeles de la Tía March o de la propia escritora, consiguiendo dar a cada una de ellas matices muy diferentes, dotándolos de todas esas pieles que necesitan los personajes (sobre todo el de Louisa).


 

Por su parte las mujercitas están excelentes todas ellas, con su capacidad para crear de cada una un personaje lleno de aristas, con muchos problemas y sueños, que hace que cada uno de los personajes tenga una gran presencia por su fuerte personalidad. Paula Muñoz da vida a Amy, la soñadora que vive pensando en un futuro junto a su amado. Es la ternura personalizada, una actriz que sabe medir en cada momento lo que la escena pide, para ir descubriendo poco a poco como es el personaje. Todo lo contrario ocurre con el papel de Jo, interpretada por María Pizarro, un torbellino que se ve enjaulada en la casa. Ella quiere escapar, escribir, conseguirse realizarse como mujer, algo que sus hermanas no comparten. El punto de la inocencia lo pone Carolina Rubio, con su deliciosa creación de Beth, la más frágil de todas pero que aporta siempre el contrapunto a sus hermanas. Y por último tenemos a Andrea Trepat, que en su papel de Meg nos presenta a una mujer con las ideas claras, que siempre tendrá conflictos con sus hermanas por sus ideas. Prodigiosas las cuatro, nos regalan auténticos combates interpretativos entre ellas, siempre compensado con un trabajo de elenco prodigioso.


En la parte más técnica, debemos de resaltar el espacio escénico diseñado por Antonio Martín, que desde la sencillez nos mete de lleno en el clima de la obra. Interesante los distintos planos escénicos que utiliza a la hora de desarrollar cada una de las historias. El espacio central, presidido por una gran ventana, un sofá y un piano, deja casi todo el espacio libre para que las actrices se muevan a sus anchas. Otro de los puntos más reseñables del montaje es la iluminación diseñada por Juanjo Llorens, en el que priman las sombras sobre las luces, consiguiendo un ambiente lúgubre, incluso fantasmal por momentos, para embarcarnos en este viaje por las vidas oscuras de esta familia. Guadalupe Valero ha sido la encargada de crear el vestuario, que identifica mucho a cada uno de los personajes, mientras María Cabeza de Vaca ha sido la encargada del alegre y alocado movimiento escénico (además de ser ayudante de dirección). Por último hay que hablar de la embriagadora música creada por Luis Miguel Cobos, que marca algunos de los momentos más brillantes de la obra.



Sin temor a equivocarnos, podemos decir que el montaje de este clásico entusiasmará a todo el que vaya a verlo. Una revisión excelsa de este gran referente, que nos plantea muchos interrogantes y abre nuevas ventanas que sólo quedaban vislumbradas en la pieza original. Acudan a esta maravillosa obra, para darnos cuenta de que no somos tan diferentes (por desgracia) en muchas cosas, más de un siglo de después. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.

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Teatro: Español
Dirección: Plaza de Santa Ana, Calle del Príncipe 25.
Fechas: Del 15 de Octubre al 8 de Noviembre. De Martes a Sábado a las 20:00. Domingos a 19:00.
Entradas: Desde 4,50€ en teatroespanol


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