Teatro: J´attendrai en Naves del Español

 La Historia se difumina ante nuestros ojos, por eso es tan importante la memoria histórica. Para que nuestros abuelos, aquellos que vivieron el horror de los campos de concentración, no queden relegados al olvido. La Historia es necesaria, debemos conocerla para no volver a caer en los mismos errores, por eso montajes como este tienen tanto valor, al ponernos a ambos lados de un mismo espejo. La narración de una historia desde el prisma de nuestra realidad actual, en la que ya casi no queda viva ninguna de esas personas, y notamos como su legado se va perdiendo en los resquicios de los libros de Historia. Es necesario recordar y mostrar lo que pasó, lo que sufrieron los luchadores, primero de su Guerra y luego de las ajenas, para acabar condenados vivir el resto de sus vidas con la losa de lo ocurrido en lugares como Mauthausen.







Interesante formato el de este montaje, que se mueve entre lo metateatral y la historia de un hombre que necesita saldar sus deudas en sus últimos días de vida. Hechos actuales entrelazados con el relato, que a su vez esconde otra pequeña historia, como una pequeña matrioska que se va descubriendo ante nuestros ojos. Las piezas se van encajando para convertir la historia en un apasionado relato de vida, en el que existen los miedos, el dolor, el amor y la crudeza de la propia vida.


Factoría Teatro, Inconstantes Teatro y el propio Teatro Español, han sido los responsables de poner en pie esta desgarradora historia sobre las penurias de aquellos que sufrieron en los campos de concentración y nunca han podido superarlo, por lo que allí vivieron y por lo que se quedó en aquel oscuro lugar. El texto de José Ramón Fernández es primoroso, trata con una asombrosa delicadeza a cada uno de los personajes, cada una de las pequeñas historias que componen este crisol de vivencias en torno a un amor que la Guerra hizo inmortal. Un relato que se desarrolla en tres niveles, uno que se acerca a nosotros mismos, otro que nos muestra la realidad del narrador y epicentro de la historia y la tercera que nos vincula directamente con el horror de lo ocurrido en Mauthausen. Las tres historias se entrelazan de manera prodigiosa, en un continuo vaivén por el tiempo, en el que iremos conociendo a los distintos personajes, sus miedos y sus historias, al mismo tiempo que vamos apreciando más su dolor y sus fantasmas. 

Un texto que nos muestra los miedos de tres generaciones marcadas por el horror de la Guerra, que unos quieren olvidar y no pueden, mientras otros quieren saber pero no se atreven a preguntar. La tercera perspectiva nos muestra al propio autor, que se siente en la necesidad de mostrar todo lo que ocurrió, para que se conozca, para que no se pierda cuando ya no estén sus protagonistas para contarlo.



El ritmo pausado de la obra, nos permite detenernos en cada detalle, saborear cada instante, degustar cada momento. La dirección a cargo de Emilio del Valle recorre con maestría los distintos estados de los personajes, mostrando con la misma firmeza el miedo del protagonista, el amor de la pareja, o la incertidumbre del autor. Tras un festivo comienzo, la historia se encrudece, sumergiéndose de lleno en las dolorosas vidas de los republicanos encarcelados y de las personas que dejaron atrás. La ternura que impregna al montaje nos enternece, por ello duelen mucho más las historias que en ella se cuentan, llenas de verdad y de dolor. Una obra desnuda, sin espacio escénico definido, en el que son los propios actores los encargados de diseccionar el espacio, de trasladarnos a aquellos lugares que marcaron su vida.


La historia pivota sobre un republicano nonagenario que consiguió sobrevivir a Mauthausen. Tras una vida atormentado por lo que ocurrió allí y una promesa incumplida, decide intentar subsanar su error y con ello intentar cerrar una herida que lleva demasiados años abierta. Poco antes de morir y con las facultades físicas mermadas, decide ir al lugar al que debió acudir hace mucho tiempo, pero al que nunca se atrevió a entrar. Ahora es un bonito hotel rural, donde vive la nieta de la novia de Claude, compañero en el campo de concentración del protagonista, con el que contrajo una deuda moral que es la que lleva arrastrando desde entonces.

Pero la narración nos la cuenta el propio autor, que se vio impulsado a contar esta pequeña historia, lejos de las grandes narraciones de los libros de Historia, centrada en las personas, poniendo nombre a los protagonistas, reconstruyendo todo el relato con libros, cartas, documentales, teatro... Es él mismo el que desgrana la historia, el que nos cuenta como llegó a ella, como la fue encajando, como fue abriendo los distintos caminos que le llevaron hasta ellos. Una creación que, como nos confiesa, intenta dar voz a personas anónimas, contar sus vidas para que perduren en la Historia.



Pero la obra es mucho más que la conmovedora historia que se cuenta. Es un sentido homenaje a las víctimas, a los que sobrevivieron y a los que no consiguieron atravesar nunca las alambradas. Una visión sobre toda una generación que vivió con los horrores de la Guerra marcados a fuego en su memoria. Ellos y ellas merecerían todo tipo de homenajes, por lo que sufrieron durante el conflicto y lo que arrastraron luego, intentando recobrar una vida normal. Pero esta obra es también un bonito recorrido por aquellos que han tratado el tema en el cine, en los libros, en los comics, en documentales, en teatro... todos y cada uno de ellos se ven en cierto modo homenajeados en la obra, porque han sido parte fundamental para que este montaje viese la luz.


La obra gira entorno a la figura de este hombre, atormentado por su pasado, al que da vida de forma magistral Chema de Miguel. Una interpretación compleja, que transita diversos ámbitos del alma humana, todos tratados con elegancia y con la medida justa. Un personaje que se va despojando ante nosotros de las distintas mochilas que ha ido arrastrando toda su vida, mostrándonos todos los matices de su compleja personalidad. Un hombre torturado por su pasado, que sabe que no le queda mucho tiempo, y que afronta sus últimos días con la valentía que le faltó en su momento.

A su lado todos estos años ha estado presente la figura de Claude, prodigioso Denis Gómez. El actor crea un personaje que nos conmueve y nos duele a partes iguales, que vivió desde el amor a su novia los tiempos duros de su reclusión, en la que entabló una gran amistad con el hombre que ahora intenta saldar su deuda. Gómez nos demuestra su versatilidad con esta creación que, desde un lugar oscuro, nos habla desde la luz. Un personaje marcado por su destino que sirve de faro para el resto de personajes, que nos muestra como el amor puede ser más poderoso que cualquier otra cosa.


Junto a ellos, la historia nos muestra a las tres mujeres que marcan el devenir de la historia. Paula Ruiz interpreta a la novia de Claude, un personaje lleno de ternura y delicadeza que deambula por el escenario con una fragilidad asombrosa. Cristina Gallego (que nos dejó marcados por su portentosa interpretación en "Firmado Lejárraga") da vida a su nieta, una mujer que la cuidó en sus últimos años y vive de cerca los recuerdos que esta le dejó. Gallego crea un personaje marcado por la dulzura, por la ternura que le transmite el misterioso hombre que ha llegado al hotel y parece saber más de lo que cuenta. Junto a ellas, Camila Almeda da vida a la nieta adolescente que, en contra de su madre, lleva a su abuelo a este último viaje. Almeda está brillante en su papel, mezcla de joven atolondrara y mujer fiel a su abuelo, con el entabla una hermosa relación a lo largo de la obra.

Por último, y no por ello menos importante, tenemos a Jorge Muñoz en el papel del autor, un papel comedido por sus dudas ante su propia obra, pero con la certeza de que ha encontrado una historia que merece ser contada. Muñoz se mantiene en un segundo plano durante toda la historia, como buen autor, juzgando y puntualizando todo en lo que quiere hacer un énfasis especial. Una confesión desde la moderación, que crece al mismo ritmo de la obra. Y juntos a ellos, la banda sonora en directo la pone Javier Gordo, haciendo auténticas viguerías con su acordeón.


Todo el montaje está envuelto en un halo de misterio muy acorde con el espacio escénico diáfano diseñado por Arturo Martín Burgos, en que aparecen pequeños elementos de atrezzo a los lados. El espacio está presidido por una gran pantalla sobre la que se proyectan las videoescenas creadas por Jorge Muñoz, que hipnotizan en el tramo final de la obra, con el listado de personas que estuvieron en el campo de concentración. Todo este ambiente bucólico queda enfatizado por la cuidada iluminación de José Manuel Guerra. Por último, debemos hablar de la música de Montse Muñoz que nos traslada a lo largo de toda la obra. El vestuario, que nos deja muy estructurado a los personajes, ha sido creado por Ana Rodrigo.



Una obra que nos conmueve y nos duele, que nos emociona y nos entristece, que transita lugares a los que tenemos mirar por lo duro que sea lo que podamos ver. Un alegato final conmovedor que nos ayuda a entender la necesidad de historias como esta, de relatos dolorosos pero llenos de vida, de la memoria histórica. Y como no podía ser de otra manera, al salir del teatro me encaminé a la librería más cercana para comprarme "Maus" y bucear en autores de los que nombra el autor, como el caso de Primo Levi. VOLVAMOS AL TEATRO. LA CULTURA ES SEGURA.

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Teatro: Naves del Español
Dirección: Paseo de la Chopera 14. Matadero Madrid
Fechas: Del 3 al 27 de Diciembre. De Martes a Sábado 20:00. Domingo a las 19:00
Entradas: Desde 15€ en teatroespanol. Programa de mano aquí.

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