Ante la escasa oferta que hay en la cartelera, siempre es un regalo que la poesía, tan necesaria siempre -pero más si cabe en nuestros días- se asome a nuestros teatros. Si además se trata de Lorca y su revolucionario Poeta en Nueva York doblemente. Un regalo no sólo para el oído sino también para todos los sentidos.
El 25 de junio de 1929 llegaba Federico García Lorca a Nueva York. El Edificio Chrysler estaba en el punto álgido de su construcción e inmediatamente Lorca quedó prendado de él.
El eje principal sobre el que gira la obra son poemas cuidadosamente seleccionados de Poeta en Nueva York un texto revolucionario y surrealista.
Al entrar en la sala Federico nos espera en bata y zapatillas sentado en un sillón de una sala diseñada cuidadosamente y con gusto. Lorca se desprende de una prenda y poco a poco se va vistiendo con cada una de las escenas que se van desarrollando a la que acompaña la correspondiente explicación y el consiguiente recitado de un poema.
En escena siempre el Lorca de hoy, el que ha ido a Nueva York y que nos pregunta “¿ Que hay del poeta en Nueva York o que hay de Nueva York en el poeta?”.
A continuación, como cada vez que se va a recitar uno de sus poemas aparece al fondo del escenario el relieve de los rascacielos, para que no olvidemos donde estamos. Durante su actuación va alternando la preparación de un discurso que ha de dar con las impresiones y las sensaciones de los sitios y las cosas que va visitando y conociendo desde la Universidad de Columbia, el rio Hudson, el lago Eden, Harlem.
Durante la obra aparecen varios Lorcas, como si nos mostrara cada una de sus sensibilidades, el más joven, el de mediana edad y el más maduro. Cada uno va ofreciendo una parte de Federico y va recitando sus poemas.
Poco a poco se nos va desgranando el giro que dicho viaje produjo en el poeta. El entusiasmo y la alegría inicial van dejando paso al pesimismo y la desolación. La pobreza, las desigualdades sociales, el racismo, las condiciones de esclavitud de los trabajadores negros tuvo su reflejo en los versos cargados de desesperanza.
Se nos van apareciendo todos los Federicos, el de ayer interpretado por una sobresaliente Susana Fuenmayor que alcanza su mayor esplendor con la Oda a Walt Whitman.
Alicia Majolero es Federico ella que vestida de marinero nos regala un recital lleno de ternura y sensibilidad.
Federico mañana es interpretado por Vicente Soriano irradiando clase y elegancia y con una espectacular voz que nos atraviesa.
La dramaturgia corresponde a Pablo Corral Gómez (que también se encarga de la dirección). Se trata de un texto que debería ser de obligada lectura en colegios e institutos para conocer y en su caso entender mejor la obra más intensa, creativa y compleja de Lorca.
Pablo Corral es pedagogo y director teatral. Estudió interpretación en Madrid. Ha sido profesor de interpretación en la ESAD de Valencia. Fue uno de los fundadores del Estudio Dramático que dirige y donde lleva a cabo su actividad docente.
Ha llevado la dirección y la dramaturgia de autores como Samuel Beckett "Final de partida", Fernando Pessoa " El marinero", Chéjov " Las tres hermanas", Ionesco " La lección" y Eurípides "Electra" entre otros
Destaca la cuidada escenografía con muebles de época bien elegidos que se complementa a la perfección con la iluminación.
Deliciosa la pieza seleccionada para cerrar la obra “Pequeño vals vienés” de Leonard Cohen en enorme versión de la Argentina.
En definitiva nos brinda la posibilidad tanto de disfrutar de la obra poética más compleja de Lorca como de entender mejor las sensaciones que fue teniendo el poeta a lo largo de dicho viaje.
VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.
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Teatro: Teatro Lagrada.
Dirección: Calle Ercilla, 20
Ficha técnica
Dirección y dramaturgia: Pablo Corral Gómez.
Federico Hoy: Carlos Carvajal.
Federico Ayer: Susana Fuenmayor.
Federico mañana: Vicente Soriano.
Federico Ella: Alicia Majolero.
Iluminación: Josep Vicent Asensi y Nadia García.
Música: Alva Noto & Ryuichi Sakamoto, Leonard Cohen, La Argentina.
Audiovisual: Álvaro Moliner.
Compañía: Cant del Cigne.
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