Teatro: La mujer más fea del mundo. Naves del Español.

Demoledora y brillante, todo en esta obra es transgresor y a la vez descarnadamente real. Desde la preciosa estampa con la que nos encontramos al entrar en la sala, con una demoledora sentencia y Ana Rujas a modo de virgen sobre un pedestal, todo en este montaje nos conmueve y nos agita, nos hace reír y nos enerva, nos remueve y nos abre los ojos. Porque esta historia nos habla de la belleza, de la depresión, de la angustia, de la vida.




Esta semana tengo la suerte de tener una doble cita con los montajes de Bárbara Mestanza. Si el otro día salí conmocionado de la brutalidad y desgarradora verdad que destila "La mujer más fea del mundo", hoy espero ansioso el momento de descubrir "Sucia", su nuevo montaje, en el Teatro Abadía. Tengo que reconocer que había oído hablar mucho de esta autora, pero nunca había tenido la oportunidad de ver ninguno de sus montajes. Desde que me adentré en este universo tan personal me declaro fan incondicional. La realidad tiene muchas capas, muchos puntos de vista, y es muy meritorio el hablar de ella desde una postura tan descarnada, de una forma tan directa y real.


Esta producción de la compañía La Otra Bestia y Amici Miei Produccions es una bomba de relojería, que estremece por la forma tan directa en la que nos dice las cosas, sin tapujos, directo al mentón, como el boxeador que se queda sin respuesta ante un despiadado ataque. Una obra descarnada y directa, voraz y sincera, llena de vida y de dolor. Este es la primera parte de una trilogía a la que la compañía llamó "La trilogía de las bestias". En esta primera entrega "hablaremos sobre el vacío inherente en el ser humano". La segunda pieza, titulada "Pocahontas o la verdadera historia de una traviesa" se hablaba de "la verdad de la historia de la humanidad". En la tercera de las obras, aún sin estrenar, nos hablarán "sobre la violencia del ser humano". Con esta trilogía buscan "investigar los recovecos más profundos de lo que significa un ser humano".



El texto escrito por Bárbara Mestanza y Ana Rujas es bestial, lo tiene todo. Con momentos de una dureza que pone la piel de gallina, y otros en los que se impone una comedia desenfrenada, la historia discurre, como la vida misma, entre risas y llantos. Es imponente la manera tan directa (y sin ningún filtro) con la que hablan de sus miedos y de sus fobias. Desde el desprecio a ciertos tópicos de su profesión, hasta de sus adicciones, el texto recorre todos los lugares oscuros del alma de la protagonista, en la que se podría ver identificada una gran parte de la juventud de este país. Una mujer desolada porque sus expectativas vitales no se cumplen, porque debe esforzarse más de la cuenta para cumplir "lo que la sociedad espera de ella", metida en una vorágine que sólo le lleva a la autodestrucción.


Bárbara Mestanza asume también la dirección de la pieza (con Edu Tudela como ayudante y María Roig como asistente) con una imponente maestría, midiendo en cada instante el tono necesario de lo que se va a contar en cada momento. Con un demoledor discurso inicial de esa virgen que se nos muestra en su altar, la historia aterriza en el plano terrenal para darnos de bruces con la dolorosa realidad de vivir angustiado, deprimido, sin saber el rumbo que debe coger la vida, huyendo de todo para poder escapar de uno mismo. Mestanza nos mueve con una abrumadora naturalidad por los distintos estados de ánimo de la protagonista, sin que los bruscos saltos de tono nos choquen, sino que más bien se agradecen. La historia transcurre como la vida misma, de sobresalto en sobresalto, entre duras penas salpicadas con momentos de euforia. 




Pero entre este devenir por las luces y las sombras de la vida de la protagonista, el texto nos va golpeando con ácidas reflexiones, con corrosivos alegatos, con demoledoras sentencias sobre la fealdad y la belleza, sobre la vida y la muerte, sobre la batalla diaria por sobrevivir, sobre los sinsabores de la realidad, sobre los sueños perdidos, sobre una sociedad que te empuja sin remisión hacia la guerra. La obra se acaba mostrando como un llamamiento a la insurrección, un grito desesperado para comenzar una revolución, una declaración de guerra al mundo y la sociedad en la que vivimos. Una obra que nos habla a la cara, con un lenguaje que todos entendemos, sin ningún tipo de artificio, para contarnos el declive de toda una generación. Porque la generación más preparada de la Historia de este país se siente engañada, porque nada es como les prometieron, porque siguen existiendo los estigmas sociales que se esconden detrás de cada esquina, convirtiendo cualquier ciudad en un campo minado.



La historia transcurre en una gran ciudad, que podría ser Madrid, o quizás Barcelona, un lugar hostil en el que todo transcurre a un ritmo demasiado vertiginoso y no hay lugar para el error. Una mujer en el suelo del baño de su piso, agotada por el trajín de la vida, desolada por lo mucho que tiene que correr para no llegar a ningún sitio. Una chica joven, una mujer normal, con una vida aparentemente normal, deambula por este caos que es el mundo sin saber hacia donde se dirige. Un dolor punzante le atenaza, no sabe que le ocurre pero todo se le viene encima, la vida le pesa, la ciudad le golpea, el mundo se derrumba a sus pies. El miedo al fracaso, la angustia de no llegar al lugar soñado, la fatalidad de una vida que duele más que satisface.

Como podemos leer en la propia sinopsis de la obra, "una sobredosis de la misma vida. Sobrepeso a causa de demasiada cultura kitsch, barata y llena de plástico. Una persona resultado del consumismo más tópico de este siglo XXI en búsqueda de la salida más rápida: la salvación o la muerte". Porque eso es esta obra, la descarnada lucha de una mujer por sobrevivir, por encontrar su lugar, por escapar de todo aquello que la atenaza y conseguir encontrar su lugar, su lucha, su revolución. Así son Ana Rujas y Bárbara Mestanza, dos mujeres luchadoras con muchos miedos y preguntas sin resolver, pero con la valentía suficiente para plantarle cara a todo y contárnoslo de la manera más sincera y directa posible.



Todo esto y mucho más es lo que nos muestra Ana Rujas sobre el escenario. Ella es la historia que cuenta, por eso cada palabra destila verdad, cada movimiento es contundente y directo, cada confesión un duro golpe de la vida. La actriz hace una fabulosa radiografía de si misma, de sus miedos y sus fobias, con una aplastante naturalidad y una abrumadora sinceridad. Transita lugares oscuros con la misma franqueza con la que nos habla de adicciones, de sexo, de vida y de muerte. Una mujer de su tiempo, del acelerado siglo XXI, que se ve superada por todo aquello que le marca la sociedad. El trabajo de Rujas es poderoso, enérgico, empático, real. Ella es capaz de desnudarse ante nosotros para sacar todo lo que lleva dentro, con la franqueza de saber que no existe trampa ni cartón en todo lo que dice, con la seguridad que le plantean todas las incertidumbres de su propia vida.


La obra gira, como no podía ser de otra manera, sobre la figura de la actriz, en un despliegue actoral imponente. La composición escénica (creada por Anna Cornudella), tan impactante cuando accedemos a la sala, se va descomponiendo según avanzamos en la historia. Primero la virgen se despoja de sus atuendos (maravilloso vestuario diseñado por Nicolás Montenegro) para convertirse en una mujer real. Lo que era inicialmente su pedestal pasa a ser una sencilla mesa con una parte trasera inabarcable, de la que salen todos los objetos que necesita la actriz a lo largo de la obra. La obra se estructura en diversos capítulos que se van encabezando con poderosas frases proyectadas sobre la pantalla situada al fondo de la escena. Por último, para rematar esta bella y transgresora composición escénica, debemos hablar del portentoso espacio sonoro que lo inunda todo en los momentos más alocados de la historia. Todo ello encaja a la perfección en el universo particular de Ana y Bárbara.


Una obra maravillosa por la verdad que destila, por la fuerza con la que se muestra, por las ideas que nos dejan clavadas en la cabeza (que nos acompañarán una larga temporada). Una pieza impactante y real, en la que Ana Rujas hace un soberbio trabajo de introspección y de análisis de la realidad de nuestros días basado en sus propias vivencias. Escribo estas últimas líneas pocas horas después de haber visto "Sucia" y comprobar que Bárbara Mestanza es una de las creadoras más valientes del panorama nacional. Esperemos que sus dos piezas tengan una larga vida, ya que son dolorosamente necesarias, para que nos hagan reflexionar sobre lo que somos y lo que deberíamos ser. Muchas gracias Bárbara y Ana por vuestra osadía, historias así son muy necesarias

VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.

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Teatro: Naves del Español
Dirección: Paseo de la Chopera 14.
Fechas: Del 11 al 16 de Mayo. De Martes a Domingo a las 17:00.
Entradas: Desde 11.25€ en NavesMataderoPrograma de mano.


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