PURA. Teatro Bellas Artes

Existen etapas de nuestra vida que todo recordamos con ternura y cariño. La mayoría de esos momentos tienen que ver con nuestra niñez y con nuestros abuelos, esos cuidadores que se convierten en faros en nuestros primeros años de vida. Este montaje es un pequeño homenaje a esos momentos, a las abuelas que en muchos momentos han ocupado el lugar de la madre ausente. Pero también es una historia que pone en valor los recuerdos, la infancia, las etapas pasadas que con la perspectiva se tornan incómodas. 

A Coruña nos recibe en su sala de estar, en la casa de Pura, en la que es y la que fue. 94 años la contemplan, y ella con la misma cantinela: ir al cine París a ver la dama de las Camelias. Coruña, al verte te adoré. La lluvia, al son de un bolero. Pura , la abuela de la familia, la abuela del director del elenco. Que une a la familia, que vertebra la obra. Pura y su cumpleaños, Pura y el cine, Pura y el pasado. Pura y lo que ya no es, lo que no existe. Pura y los recuerdos. La historia, la memoria. Lo que ya no puede ser y lo que vendrá. 

Y la reflexión de lo que nos queda. Todo eso es Pura. Y se viven y se reviven los lugares de Pura cuando era más joven, esa A Coruña más rural, más tranquila, más de verdad. Esa ciudad donde nadie es forastero. Sin gentrificaciones ni multinacionales de por medio. Con amor, con memoria. Con una añoranza muy sentida. Mucha morriña en las tablas. Pura es la abuela, como cualquiera de nuestras abuelas. Una torre de Hércules en la mesa camilla del salón, con arrugas sabias del tiempo que todo lo puede. 

 Esta producción de Os Náufragos Teatro ("Castrapo", "Karelu", "Mosca") es una oda a los no lugares, a esos que en su momento fueron y no son nada, que nos evocan sentimientos muy intrínsecos. Que nos evocan Pura y su director, Gustavo del Río, cuya musa de inspiración fue, como no, su propia abuela, vivita y coleando. Con toda su experiencia vital, con todo su amor incondicional, ese que solo nuestras abuelas nos dieron. 

Con un amor hacia el pasado y lo que significó, que nos transmite una dulzura enternecedora sobre las tablas. Dulzura muy pura también. Aunque quizá en exceso, quizá demasiada memoria. “Lavar, secar, colocar. Lavar, secar, colocar… una y otra vez”. Entre recuerdos de las sobremesas de Cristal, Falcon Crest, La casa de la pradera, el “Chiquitita “ de Abba, las casitas de muñecas o las noches de verano del patio de su casa, va pasando el tiempo, va transcurriendo la velada. El cine París de fondo. “Con el paso del tiempo vas a mejor, no?” Y sus nietos se lanzan , en un guiño a Good Bye Lennin a rememorar para su abuela su deseo, su dama de las camelias, su ilusión. Figuras a las que , aunque no se lo decimos, las queremos. 

Conozcamos a los nietos, que no todo es Pura en el telón. Denis Gómez, Pablo, el evocador, el nostálgico, el que se quedó en casa. El que nos deleita con cambios de registro en escena, con amor, con dolor, con resentimiento, con fuerza, con personalidad. En confrontación con Nicolás Gaude, Martín, el que se fue, el que vio mundo, el que se labró un prestigio, el que no conoció la evolución familiar. El que cumple con visitas y que no puede hacer más. Y lo sabe. Nos da pausa en el escenario, tranquilidad. Calma. Y Rebeca Vecino, Ana, la nieta que se quedó con Pura, que vive con ella, que la mima, la protege, la cuida. Y ve que pasó su vida entre los recuerdos de aquel patio de verano donde su abuelo comía limones. Y se le va la vida, que ya no volverá. 

Y en esta calma aparece Dani, el bisnieto, Sete Eiroa, con el desparpajo y la ilusión jovial del que no conoce ni recuerda, y ni siquiera le importa. Pero que adora a su bisabuela, y anima a transformar el presente para no vivir en el recuerdo. Esa iniciativa nos la transmite en escena, dando ritmo al montaje, en el que a veces nos cuesta no perder el hilo. 

Así es Pura, así son nuestros abuelos. Así nos ayudan a recordarlos, siempre presentes en nuestras vidas, aunque ya no estén. La tierra, las raíces. La reminiscencia, la memoria que nunca debemos perder. Mirando al mar, al pueblo o a las montañas, siempre en el recuerdo para que siempre vivan. En su sillón, en nuestro cuarto de estar, en el patio de las noches de verano, al pie de la cama para acunarnos, para cuidarnos. Porque al fin y al cabo, somos lo que somos gracias a ellos. Pura nos ha devuelto su memoria. 

Todo ello transcurre en un lugar onírico, que deambula entre el pasado y el presente. Un espacio escénico creado por Marisa De Laiglesia que nos hace divagar entre la realidad y la ficción, con el interesante juego de luces y sombras que propone la iluminación de Daniel Pais. La mezcla es hipnótica, nos mete de lleno en ese ambiente bucólico y entrañable que propone la función. La morriña, las tradiciones, los anhelos, la ternura del mundo desde la visión de una abuela. Por último queremos destacar el cuidado vestuario creado por Juan Carlos Guerra, que nos hace un retrato impecable de cada uno de los personajes.

 

Un viaje a la niñez, a esos momentos inolvidables en los brazos de la abuela, a esos recuerdos felices del mundo sin preocupaciones que representa la niñez. Vayan al encuentro de Pura, corran a reunirse con los recuerdos comunes sobre la infancia, sobre la ternura, sobre las abuelas. En el Bellas Artes nos esperan, ellos y ellas. Recuérdenles. Vengan al teatro, vivan la cultura. Seguro y segura.

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Teatro: Teatro Bellas Artes.

Dirección: Calle del Marqués de Casa Riera 2.

Fechas: Del 7 al 28 de Febrero. Lunes a las 20:00.

Entradas: Desde 15€ en teatrobellasartes. 

Reparto

Denis Gómez
Nicolás Gaude
Rebeca Vecino
Sete Eiroa

Ficha artística

Texto: Gustavo del Río e Ismael G. Candal
Dirección: Gustavo del Río
Espacio escénico: Marisa De Laiglesia
Vestuario: Juan Carlos Guerra
Iluminación: Daniel Pais
Cartel: Sebastián Casanova

Una producción de Os Náufragos Teatro