“Preparaba la cena cuando llamaron a la puerta...”; así comienza el encuentro, el juego,… a golpe de reloj y balanceo de un tic tac penetrante. Nos congelamos. Dos sillas, una mesa, un cansancio infinito.
En ocasiones, en muchas ocasiones, la realidad no es lo que parece. Nos golpea y nos sorprende a la vez, y es en esos momentos cuando nos inquieta y nos da la vuelta. Nos mantiene en un equilibrio inquietante, sin tregua.
Ana pide ayuda a un amigo en la preparación de un juicio donde tendrá que testificar. Se juega no solo la custodia de su hija; también su libertad. Todo ocurre en una noche tensa, donde saldrá a relucir su mundo interior y su pasado, donde saldrán a pasear miedos, deseos y anhelos que nos situarán , tras esa extraña noche, en la cocina de su casa, en el pasado donde…
Fuera del Bellas Artes huele a lluvia, hubo tormenta a la tarde. Dentro, suspense, tensión. Angustia. Y un toque de humor, de comicidad, que desengrasa el interrogatorio, la intensidad del texto, la profundidad del mismo. Nos sumergimos con ellos, nos metemos en sus mentes, nos posicionamos, nos entregamos mientras nos agachamos para abrocharnos los zapatos, una y otra vez.
Hay que preparar bien las respuestas, “ningún error es estúpido”. Vencer al cansancio. Vencer al dolor, a la culpa. A la puta culpa, tan presente en nuestra cultura, tan arraigada fuera de las tablas.
Ana nos propone un baile. Al principio nos mantenemos alejados, a una distancia prudente, sin implicarnos mucho, tanteando los movimientos. Mientras bailamos con Ana y con su amigo en esta extraña danza, también hablamos, también escuchamos. “Hablar nunca puede ser malo”, y los focos nos deslumbran en nuestros movimientos, y asoma la locura, asoma la contradicción, los relatos, el pasado. Dolor y culpa, y la ensalada, siempre presente. Sin juzgar a Ana ni a su amigo, ni a su marido. Porque Ana es la que nos lleva, es con la que bailamos, es la que nos marca, es la luz de la obra, con esos tonos anaranjados y rojizos, con esos lirios que hay que cuidar. Esa soledad desolada.
También bailamos con Christy Hall, autora de este maravilloso texto, tan desconcertante. Dos mujeres. Crhisty y María, dos grandes trabajos, una proponiendo este baile inquietante y la otra ejecutándolo con la maestría que merecen. La dirección de Bernabé Rico, que nos marca el baile, que lo dirige con maestría, sacando lo mejor de la situación, de los movimientos, de cada pieza, del escenario.
Y nos quedamos en él, nos subimos arriba con María Castro, con Ana. Una interpretación magistral, imponente, sincera dentro de su locura. Nos va ganando, nos va atrapando y sentimos que ya no hay marcha atrás. Nos muestra su vida, sus entrañas, sus miedos, sus silencios, y nos conmueve, nos hace reflexionar, nos hace ver las razones de una madre confusa en su interior. Seguridad externa que se va desvaneciendo como su nombre. “Las personas con las que más tiempo pasas, son las que menos dicen tu nombre”. Una buena persona que no se puede imaginar la vida sin su hija. Tampoco puede vivirla. Gracias María, gracias Ana por repasar contigo tu historia e intentar entenderla.
En este suspense policíaco aparece también su pareja de baile, su amigo, Dani Muriel, recto, serio, equilibrado. Sincero. Le pone las cosas claras, mastica esa coartada hasta sus últimas consecuencias, y sostiene a esa Ana ambivalente, que quiere y no puede, que imagina y confunde. Su “ángel” de la guarda. Dani nos ofrece ese soporte emocional, necesario en cualquier situación. La química con María es palpable, el baile inquieto, eléctrico, al igual que su complicidad. Van surgiendo conflictos, van dándonos respiros, con un trabajo impecable. Creíble. Muy de verdad, haya coartada o no.
El tercero en concordia o en discordia, según se mire es Héctor, el marido. Miguel Hermoso. Aparecen también los silencios, necesarios. Bonitos. Se va resolviendo el misterio. La trama. Y la coartada se desvanece en aquel salón, con un Héctor sobrio, comprensivo, compasivo. Realista. “Los lirios ya no son nuestros”. Miradas que enternecen. Eso nos transmite Miguel en escena. Un hombre que echa de menos a la mujer de la que se enamoró. Ese es su baile con Ana, alejado y cercano, rítmico, lento. Romántico.
La coartada nos corta el aire, nos deja perplejos. Sin aliento. Nos sorprende, como la vida misma. Nos convertimos en cómplices de lo que ocurre, sin juicio de valor. Nos emociona. Si todo esto nos hace sentir este montaje, satisfagamos la curiosidad. Acérquense al Bellas Artes. Estén atentos. Disfruten. Y tengan cuidado con lo que vayan a cenar después.
Vengan al teatro, cada vez más seguro. Vivan la cultura.
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Teatro: Teatro Bellas Artes
Dirección: Calle Marqués de Casa Riera 2.
Fechas: Del 27 de Abril al 5 de Junio. De Miércoles a Viernes a las 20:00. Sábados a las 19:00 y a las 21:30. Domingos a las 19:00.
Entradas: Desde 17€ en BellasArtes.
Reparto
María Castro
Dani Muriel
Miguel Hermoso
Ficha artística
Autora: Christy Hall
Versión y Dirección: Bernabé Rico
Escenografía: Juan Sanz
Ayudante de escenografía: Eduardo Ruiz de Aguiar
Vestuario: Pier Paolo Álvaro
Sonido: Juan Carlos Rubio
Fotografía y Cartel: Sergio Parra
Producción ejecutiva: Bernabé Rico
Dirección de producción: Marisa Pino
Ayudante de dirección: Manu Báñez
Distribución: Txalo Producciones
Una coproducción de Talycual, Txalo y La Alegría Producciones.
Maravillosa explicación de lo que ocurre en el escenario sin decir ni contar más allá de todas las sensaciones y sentimientos que te envuelven a la hora de ver la obra. Yo tuve el placer de verla en la gira y sin lugar a dudas tanto la obra como la actuación de Maria Castro son magistrales. Enhorabuena.
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