El enfrentarse a un "clásico actualizado" tiene el peligro de dejarse cosas por el camino o intentar rejuvenecerlo demasiado. Pero en esta ocasión el reencuentro con el clásico de Mihura es fabuloso, porque manteniendo la esencia del original nos sitúa en una realidad más cercana, lo que hace que todo lo que ocurre en escena nos llegue mucho más. Este montaje es un maravilloso trabajo coral, en el que todo encaja a la perfección, desde las soberbias interpretaciones a la majestuosa escenografía. Un impecable trabajo que gustará a los amantes de lo clásico y también a los que busquen algo diferente.
Es uno de los estrenos más esperados de la temporada del Teatro Español. Esta versión del clásico de Miguel Mihura, dirigida por Amelia Ochandiano, consigue mostrarnos toda la esencia de la obra pero adaptándola a un tiempo que se nos presenta más cercano. La obra original fue estrenada por Mihura en el Teatro de la Comedia en el año 1963. Esta nueva versión se sitúa en los años setenta del pasado siglo, por lo que nos mostrará una España más cercana, la que vivieron nuestros padres, manteniendo siempre el universo femenino del autor. Un texto que nos muestra la lucha incansable de Dorotea por vivir libremente, sin las ataduras de una sociedad que la señala por su forma de ser. Una mujer luchadora, que intenta mantener su dignidad e ideales en una sociedad machista, en la que la mujer quedaba recluida a un segundo plano, con la única obsesión de encontrar marido. Todas las mujeres solteras eran señaladas. Ella, en contra de lo que el pueblo espera de ella, hace bandera de su soltería y del plantón sufrido en el altar.
Esta producción del Teatro Español nos acerca a una de las obras más emblemáticas de Mihura, un clásico del absurdo patrio con una visión actualizada, contemporánea, con unos personajes deliciosas llenos de ternura e ingenuidad. Al situarla en los últimos años de la dictadura vemos a unos personajes luchadores, soñadores, que intentan adaptarse a los nuevos tiempos que están por llegar. Veremos un Mihura rejuvenecido pero a la vez reconoceremos "que comportamientos como la intolerancia y el señalamiento del diferente permanecen a través de los tiempos. Cambian las formas, pero el fondo sigue. Y eso persecución deja marcados a personajes como Dorotea, que es señalada por su actitud y rebeldía", reconoce la Ochandiano. Un personaje que para la directora "es una heroína que se enfrenta al resto de la comunidad para defender su dignidad. Lleva a cabo un acto de rebeldía semejante al de un personaje trágico. Toma una decisión que cree que es la correcta y acarrea con las consecuencias".
Amelia Ochandiano no esconde su admiración por Mihura, del que ya dirigió "El caso de la mujer asesinada". Para ella "es un autor que tiene, a mi juicio, lo que podríamos llamar oído absoluto, o lo que es lo mismo, el texto tiene el mismo peso en fondo y forma, y hay que acertar con esta para llegar a descubrir todos los olores y matices, porque su aparente espontaneidad está cargada de profundidad, melancolía, crítica social y compasión por el diferente, por aquel que lucha por romper con lo establecido, además de poseer una capacidad para la metáfora y para hacernos reír que solamente está al alcance de unos pocos".
La directora quedó fascinada por la lectura del texto, sobre todo por la fuerza de la protagonista, "una de las más peculiares Mujeres de Mihura". Ochandiano reconoce que tras la lectura del texto le pareció que "el planteamiento era muy moderno. Tiene un primer acto que te deja con la boca abierta, y la fuerza del personaje de Dorotea, esa lucha por conservar su dignidad a pesar de las circunstancias y enfrentarse a todos, sabiendo que el precio que va a pagar será muy alto, es absolutamente contemporáneo". Hay que reconocer la fuerza del personaje de Dorotea, siempre combativa, rebelde, dispuesta a todo por mantener sus ideales, ajena e incómoda en un lugar en el que no encaja, una sociedad que le impide ser ella misma.
La historia nos lleva a un pequeño pueblo del Norte de España y nos sitúa, como ya hemos dicho, en los años setenta del pasado siglo. En ese lugar conoceremos a Dorotea, una joven rebelde que lucha por ser ella misma en esta pequeña población donde está mal visto salirse de lo normativo. Ella es una chica de buena familia, hija de uno de los hombres más ricos del pueblo, lo que le hace sentirse aún más inadaptada, ya que todos están pendientes de lo que hace y de cómo lo hace. Dorotea odia los cuchicheos, que la interroguen con la mirada con cada cosa que hace, la mentalidad provinciana de ese pequeño lugar. Intenta huir de las habladurías, incluso le gusta dar que hablar porque siente que es la manera de ser libre, de ir en contra de todos los grilletes que intenta ponerle la sociedad.
La obra comienza en el día de la boda de Dorotea con Fermín, un joven venido de fuera del pueblo del que la joven está enamorada. Parece un buen hombre, pero la deja plantada el mismo día del enlace y huye del pueblo, al no poder soportar las miradas inquisitivas, los comentarios a su espalda, la mentalidad de un pueblo tan pequeño en el que se le señala por el simple hecho de ser forastero, y se le acusa de querer casarse con Dorotea exclusivamente por su dinero.
Dorotea, tras el shock inicial por la pérdida de su pretendiente, decide que va a buscar otro novio con el que casarse y que hasta que no lo encuentre no se quitará el traje de novia con el que se había vestido para casarse con Fermín. Lejos de esconderse después de haber sido plantada en el altar, quiere "presumir" para que el pueblo se de cuenta de que tienen parte de culpa en lo ocurrido. Con su promesa busca "remover las conciencias de sus vecinos". Lo que parecía una broma alocada de una joven desesperada se va estirando en el tiempo. Pasan los meses y Dorotea no encuentra a ningún hombre que quiera casarse con ella, y en el pueblo ya la señalan como la loca con el vestido de novia. Ella no desiste en su empeño, pero sus ánimos empiezan a decaer con el paso de los meses.
Todo parece cambiar cuando llegan al pueblo Juan y José Rivadavia, un feriante y un barítono en decadencia. Los dos aparecen y al conocer a Dorotea parecen solucionarse todos sus problemas. Lo que comienza como un engaño para aprovecharse de la joven puede convertirse en una solución para los problemas de todos ellos. La aparición de los dos jóvenes "dará un giro sorprendente y misterioso al devenir de los acontecimientos". La historia, aparentemente ligera, oculta un trasfondo de gran carga social, en el que se vislumbra el papel de la mujer en la época. "Como siempre, Mihura consigue una lectura y un trasfondo mucho más profundo que la aparente amabilidad de su propuesta, que es divertida y, al mismo tiempo, oculta una parte de crítica profunda y amarga", explica Ochandiano.
Uno de los puntos fuerte de esta preciosa y divertida historia es el
impecable elenco, con Manuela Velasco ("Ricardo III", "Bajo terapia", "Reinar después de morir")
a la cabeza dando vida a la joven Dorotea. La actriz nos regala una preciosa interpretación, llena de energía y dulzura. Velasco domina la escena en todo momento, llevando el ritmo de la obra, sabiendo marcar el ritmo preciso de cada escena, trasladando los estados de ánimo de su personaje al tono que tiene cada momento de la historia. Junto a ella tendremos a
su inseparable y servicial Rosa, interpretada magistralmente por
Rocío Marín ("Prometeo", "Desatadas", "Tres sombreros de copa"). Divertida, incisiva, tierna, el personaje de Rosa es el complemento perfecto de Dorotea y Marín lo llena de energía y comedia ácida.
En los papeles de Juan y josé Rivadavia tenemos a César Camino ("La función que sale mal", "Gross indecency", "Mi vida americana") y a Raúl Fernández de Pablo ("Yerma", "Tres hermanas", "El gran Teatro del mundo") respectivamente, ambos doblando papel, dando vida en el primer acto a Doña Rita y Don Manuel, personajes caricaturescos muy logrados por los dos actores. Camino vuelve a regalarnos un papel cargado de muecas y sacando a relucir toda su vis cómica, mientras que Raúl nos presenta a un Félix mucho más comedido, poniendo el punto más serio a la historia con un personaje lleno de dudas e inseguridades. Por último tenemos al trío de amigas de Dorotea. Ellas son Benita, Inés y Remedios, maravillosas Mariona Terés ("La madre que me parió", "Píldoras rosadas", "Mariposas"), María José Hipólito ("La historia del soldado", "Leonce y Lena", "La Gran Vía... esquina Chueca") y Belén Ponce de León ("Princesas del Pacífico", "Lo nunca visto", "La cresta de la ola"), formando un trío que no deja de hacernos reír en toda la obra.
En un montaje que destaca por su vistosidad, es obligado hablar de la fabulosa escenografía diseñada por Raúl García Guerrero. Como si nos metiésemos de lleno en un cuento, los decorados no dejan de sorprendernos desde la escena inicial de la lluvia. Una pantalla sirve de apoyo para determinadas escenas (con las vidoescenas creadas por José Mora) y para ayudar al cambio de escenario. Un montaje escénico soberbio, en el que intervienen los actores para crear los distintos escenarios, en una coreografía impecable. Sin duda, la ambientación de la obra se convierte en uno de los elementos más señalados, convirtiéndose casi en un personaje más de la historia, debido al peso que tiene en el montaje. Todo esto se complementa con la cuidada iluminación de Juan Gómez-Cornejo, que sabe dar a cada escena la textura adecuada. Por último, hay que destacar el original vestuario de Maria Luisa Engel, que ha sabido captar la esencia de la obra para dar a cada personaje su toque distintivo.
En definitiva, estamos ante un montaje espléndido, una comedia redonda con el poso de la genialidad del texto de Mihura. Ochandiano ha conseguido hacer una propuesta actual sin renunciar a la esencia del original, con unos personajes muy bien estructurados, cada uno aportando su particular visión de la historia. Todo en este montaje suma, todo encaja a las mil maravillas, para conseguir una obra sobresaliente, que además nos deja una velada crítica sobre la figura de la mujer en los años setenta (aunque muchas de las cosas que ocurren en esta historia podrían pasar en nuestros días). Una comedia fresca, que "nos reconforta con nuestra tradición de manera inmediata, con la comedia en estado puro, con su peculiar absurdo, al que le gusta añadir bastante mala leche, gotas de humor negro, un poco de cinismo y grandes dosis de romanticismo". Un cóctel perfecto para degustar de un trago. Vayan a verla, volvamos a llenar los teatros, la cultura lo merece.
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