El paso de la infancia a la madurez. Ese doloroso momento en el que el mundo deja de ser un juego para pasar a ser un cúmulo de responsabilidades, de decisiones importantes, de pasos adelante hacia un futuro mejor. Pero al volver la vista atrás reconocemos la mirada pura de esos pequeños, la tranquilidad de quien vive para jugar y no tiene de que preocuparse. Y lo echamos de menos, porque ahora somos mayores y nos ahogan las responsabilidades. Les miramos y envidiamos su libertad, su alegría, su mirada honesta. Escuchemos lo que nos tienen que decir, ellos que son los "futuros mayores".
Esta obra nace del resultado del proyecto educativo Nuevos Dramáticos, del Centro Dramático Nacional, que se llevó a cabo en la temporada 2021-22. Lucía Miranda, coordinadora pedagógica de este proyecto, explica que "es el proyecto del CDN para la infancia, que empezó cuando entró Alfredo Sanzol en la dirección. Se trata de que, con un director/creador y todo su equipo artístico, entren en relación con la infancia, que tengan que escribir para ella, y con ella. Son niños y niñas de los colegios públicos de las zonas cercanas a los espacios del CDN (Usera, Malasaña, Chueca, Lavapiés), además de los hijos de los empleados del Dramático. Nos juntamos todos los lunes, jugamos y entrenamos en lo que después van a tener que hacer".
Esta producción del Centro Dramático Nacional nos lleva de viaje a nuestra infancia, a la etapa de mayor inocencia de nuestras vidas, en un juego formidable en el que los actores se relacionan con los "futuros mayores" para ir creando esa doble realidad, la de los niños y la de los adultos. Los mayores se mimetizan con los pequeños, vuelven a disfrutar de los juegos, sin preocupaciones, mientras que los niños sueñan con lo que serán de mayores, se agarran a sus sueños con la ilusión de quien tiene el mundo entero por descubrir y una vida por delante para conseguirlo todo.
Escrita y dirigida por José Troncoso, uno de los autores más interesantes de la nueva ornada del teatro patrio, cuenta que esta pieza "es el resultado de un proceso de escucha, juegos y entrevistas con estos Nuevos Dramáticos que son, sin lugar a dudas, el futuro. Hemos hablado y jugado alrededor del amor, el miedo, las profesiones, los deseos...". Y quien mejor que él para transmitir ese espíritu de los eternos adolescentes. Tras éxitos como "Princesas del Pacífico", "La Noria invisible" o "Los despiertos", Troncoso se adentra en la mentalidad de los más pequeños y en sus sueños para hablarnos de futuro. Así les preguntaron a los niños que querían ser de mayores o como veían el futuro, para ir creando el material con el luego escribiría el texto. "Sus respuestas y puntos de vista conforman este espectáculo en el que descubriremos una filosofía única, libre y rompedora: Todo es posible".
Es evidente que estamos ante un montaje muy singular. Pocas veces el trabajo de campo previo habrá sido tan importante a la hora de confeccionar el texto. Y conociendo la trayectoria de Troncoso imaginamos que lo habrá disfrutado (él y su equipo habitual) como un niño. Porque el dramaturgo siempre intenta viajar a esa pureza que tienen los seres humanos, esa inocencia de los niños que tanto vemos en sus personajes cercanos al clown. El andaluz es un maestro en sacar la esencia de cada uno, por eso suponemos que este viaje a la infancia habrá sido una experiencia gozosa y muy enriquecedora.
Troncoso cuenta como fue ese viaje al corazón de la infancia, al momento en que dejamos de ser niños, a ese día en que echamos la vista atrás y los columpios dejan de divertirnos: "El mundo está por hacer y las cosquillas que producen los columpios están por descubrir y a punto de desaparecer casi a un mismo tiempo. Todo va demasiado rápido. Los zapatos se nos quedan pequeños a la misma velocidad que algunos deseos comienzan a quedarnos grandes. ¿Somos niños o mayores? Y los mayores tendemos a pensar que ya no puede ser, que ya no. Pero estas niñas y niños están aquí para recordarnos que siempre se puede. Siempre, siempre, siempre". Y como sentencia el director, "sería una pena que te diese vergüenza montarte en los columpios porque, la verdad, es donde mejor se está".
Pero vayamos a la historia, en la que el autor nos mete incluso antes de comenzar la función. Entramos en la sala y la vemos repleta de pupitres dorados. Comenzamos el viaje hacia esa niñez esplendorosa, en lo que todo son destellos brillantes y nubes con distintas formas. Cuando comienza de verdad la obra, la profesora con sus alumnos nos invita (como padres, madres, hermanos, abuelas) a disfrutar de la función de fin de curso que está a punto de dar comienzo. Pero como también es habitual en las obras de Troncoso, la realidad y la ficción se entrelazan. La fantasía y lo surrealista se cruzan para dar lugar al punto de partida real de nuestro viaje.
Una enorme tormenta eléctrica sacude el patio del recreo, (donde nos encontramos), haciendo que tanto el tiempo como el espacio sufran una sacudida de la que todos veremos sus consecuencias. A partir de ese instante todos volveremos a ser ellos. Dejaremos los problemas y las responsabilidades para volver a llenarnos de barro en el patio, para volver a jugar al pilla pilla, para volver a los columpios. En ese viaje de regreso a la infancia compartiremos con los "futuros mayores" sus miedos, sus sueños, sus juegos, su inocencia. "Y juntos nos preguntaremos si hemos sabido hacerle caso a aquellos niños y si hemos conseguido convertirnos en lo que entonces soñábamos ser".
Todo este viaje a la niñez lo viviremos de la mano de un excelente elenco formado por Zaira Montes, Marta Fernández Muro, Paco Ochoa, Belén Ponce de León, Juan Vinuesa y Pepa Zaragoza, a los que acompañan en escena los Nuevos Dramáticos Alicia Algarañaz, Nora Barriuso, Ana Dos Santos, Antonia Duarte, Eva Ezquerro, Jaime Gallego, Sebastián Ionut, Juan Lorente, América Luna, Max Maestro, Marta Moya, Ginebra Puchades, Simón Reverón, Julia Rodríguez, Salma Rondón, Axel Rubio, Alberto Sánchez, Rita Sánchez, Valentina Vázquez y Arya Yance.
La elección de Marta Fernández Muro como la señorita Mariví no puede ser más acertada. La actriz es todo ternura, templanza y a todos nos recuerda con sus gestos y su mirada llena de verdad a esas profesoras que nos marcaron de niños. Porque la obra también es un homenaje a todos esos maestros que nos animaban a pelear por nuestros sueños. La frase "tu vales para esto. Sigue por ahí" que el personaje de Marta dice en la obra nos retumba muy dentro, ya que de una forma u otra todos tuvimos a una señorita Mariví que nos animó a seguir el camino de nuestros sueños. Marta Fernández Muro es la única que no utiliza su nombre real en la obra, en clara intención de representar a un prototipo de profesora, esa que siempre nos dejaba experimentar con nuestros deseos.
El resto de actores realizarán con nosotros el viaje a sus años de infancia, en continuos viajes temporales que nos harán conocerlos de adultos y de niños. Belén Ponce de León, una de las actrices fetiche de Troncoso, vuelve a crear un personaje delirante, divertido, con miles de aristas que la actriz transita con maestría. La facilidad con la que domina los registros del personaje son brillantes. Zaira Montes está precisa y muy divertida, en registros que no le habíamos visto hasta la fecha. Una actriz poderosa, de mirada hipnótica, que se maneja con destreza en terrenos próximos al clown.
Juan Vinuesa está en su salsa con este personaje caricaturesco, exagerado, desmedido, que nos divierte y nos deja perplejos. Pepa Zaragoza (que el día fuimos a ver la función se dio un buen golpe subiendo a la plataforma circular) transita por registros muy diferentes con absoluta naturalidad. El rap mano a mano con Vinuesa es una delirante genialidad. Por último Paco Ochoa nos muestra el personaje más pausado, el que quiere agradecer a Mariví que le animase a seguir con el piano. Ochoa también transita con maestría diversos estados de ánimos, registros y personajes.
Y todo esto sucede en una sala dorada, de la que Alessio Meloni, responsable de la escenografía, se ha hecho dueño para meternos de lleno en la historia. Como ya hemos dicho, el hecho de sentarnos en pupitres de colegio ya nos hace comenzar ese viaje al pasado incluso antes de que de comienzo la función. Una plataforma circular y giratoria es el elemento en el que sucede todo, ese mundo que gira sin parar y del que subimos y bajamos en las distintas etapas de nuestras vidas. Todo este universo dorado se potencia con la iluminación de Leticia L. Karamazana, que sabe darle los diferentes tonos a cada escena, pese a tener que confrontar con la luminosidad del escenario. La música de Mariano Marín es otro de los elementos clave para meternos en el universo que nos propone Troncoso. Por último, el "apagado" vestuario diseñado por Elda Noriega nos hace encajar perfectamente a los personajes desde el principio. Unos adultos tristes, sórdidos, en "blanco y negro", que han perdido la magia y el color que tuvieron de niños.
En definitiva, estamos ante una nueva joya del gran José Troncoso. Se que no soy objetivo, ya que soy un devoto de su forma de hacer teatro. Porque ha encontrado un universo particular en el que todo tiene una delicadeza y una ternura especiales. Nos hace reír y nos emociona a partes iguales. Sus personajes son pura fantasía, querríamos ver biopics de cada uno de ellos, series enteras sobre cada uno de esos personajes tan vulnerables y a la vez tan llenos de vitalidad. Los actores se dejan llevar por Troncoso para conseguir creaciones fantásticas, llenas de verdad. Lo único malo que podemos decir de esta obra es que está todo agotado. Esperemos que vuelvan estos Nuevos Dramáticos para hacernos volar otra vez en los columpios de la infancia.
Marta Fernández Muro, Zaira Montes, Paco Ochoa, Belén Ponce de León, Juan Vinuesa, Pepa Zaragoza y los Nuevos Dramáticos: Alicia Algarañaz, Nora Barriuso, Ana Dos Santos, Antonia Duarte, Eva Ezquerro, Jaime Gallego, Sebastián Ionut, Juan Lorente, América Luna, Max Maestro, Marta Moya, Ginebra Puchades, Simón Reverón, Julia Rodríguez, Salma Rondón, Axel Rubio, Alberto Sánchez, Rita Sánchez, Valentina Vázquez y Arya Yance.
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