El simple hecho de atreverse a interpretar y a montar una obra de Harold Pinter constituye, ya de partida, un reto enorme y un mérito en sí mismo. La versión que ofrece Daniel Veronese es eso, la respuesta a una obsesión.
Los personajes, atrapados como fieras, se enfrentan a la trama. Una trama cualquiera. No es exactamente un guion clásico con planteamiento, nudo y desenlace. No. La música está colocada cual sinfonía contemporánea, rompiendo la armonía y descolocando al espectador. La puesta en escena trasmite ese agobio de espacio cerrado, único, del que no puede escaparse. Si algo va mal, que pregunten al autor, que en paz descanse. El texto es muy complejo. Nadie les obligó a venir. Luego pueden mentir y aplaudir a rabiar para poder decir que les ha gustado mucho y hacerse los interesantes, mientras se prometen a sí mismos no volver nunca.
Pinter es así.
Su teatralidad bebe en la vida cotidiana, en el absurdo y la repetición de cada uno de sus días, en el sin sentido de las conversaciones que no llegan a ninguna parte. Pasa todos los días. Como le dijo Miguel Rellán (que interpreta a Max, el padre viudo de la familia) a Alsina en su programa, una obra de Pinter es como abrir una ventana y colarse en una casa cualquiera, en una familia que se ha quedado sin mujeres, en este caso. Al principio no se entiende nada y todo es como una reiteración. Sin embargo, tras la aridez y la complejidad de sus textos se esconden pepitas de oro. No tienen por qué creerme.
¿Y cómo lo hace?
Pinter siempre ha sido un provocador.
Todo esto le convierte en un autor difícil. En todos los sentidos: difícil de interpretar y de montar, difícil a la hora de entretener al público, difícil de ver. Difícil de comprender como un teorema matemático o una extraña metáfora.
En un final sublime, Pinter exhibe la absoluta cosificación a la que se somete a la mujer, con toda naturalidad, en un mundo masculinizado que parece no darse cuenta, y que arrastrado por sí mismo llega al paroxismo y normaliza el abuso del modo más simple. Como si nada, de forma casi imperceptible los hombres, hablan sin eufemismos de prostituir, explotar y subyugar, y hasta de amor a la única mujer en escena que entra al juego. Ella participa también y lleva la situación un poco más allá invirtiendo los significados. Casi como una evocación del Paraíso bíblico la aparición de la mujer en esta familia de varones lo trastoca todo en un universo que no sabe existir sin ella y donde brotan con toda su riqueza de matices las miserias humanas con más rancio abolengo. Todo, a la postre, se da la vuelta y se nos ofrece cargado de simbolismo. Es entonces cuando encuentra sentido.
Lo mejor que puedo decir de la versión de Veronese, un poco a la deriva como él mismo reconoce, es que es Pinter en estado puro. Tal cual. Han sido fieles a su espíritu, se nota el esfuerzo. Y no me parece poca cosa. Unos lo hacen mejor, otros peor, pero merecen concederles un rato, desde luego. Y no se olviden, no valen prejuicios.
En ocasiones escucharán en off y siempre a deshora, cuando no toca, unas risas…
¿De qué se ríen? ¿Acaso se ríen de nosotros?
Sólo tiene una manera de comprobarlo.
Autor: Harold Pinter
Dirección y adaptación: Daniel Veronese
REPARTO (por orden de intervención)
Sam: Alfonso Lara
Max: Miguel Rellán
Lenny: Fran Perea
Joey: David Castillo
Teddy: Juan Carlos Vellido
Ruth: Silma López
FICHA ARTÍSTICA
Espacio Sonoro: Daniel Veronese
Iluminación: Ion Anibal López
Vestuario y escenografía: Lua Quiroga
Coreografía: Carla Diego
Comunicación: Ángel Galán
Fotografías y Diseño gráfico: Javier Naval
Ayudantes de dirección: Nacho Redondo
Ayudante de dirección artística: Maite Pérez Astorga
Jefe de Producción: Carlos Montalvo
Producción Ejecutiva: Olvido Orovio
Dirección de Producción: Ana Jelin
Dirección y adaptación: Daniel Veronese
FICHA TECNICA
Gerente Regidora: Sagrario Sánchez
Maquinista y sonido: David Vizcaíno
Técnico de iluminación: Ion Anibal López
Construcción de escenografía: Mambo Decorados
Vestuario: Sastrería Cornejo
Transporte: Taicher
Distribución: Producciones Teatrales Contemporáneas
Distribución: PRODUCCIONES TEATRALES CONTEMPORÁNEAS, S.L.
Ana Jelin – Lola Graiño – Olvido Orovio
www.ptcteatro.com
Yo me aburrí mucho, estaba deseando que acabará, fuera como fuera....Será que no me da el coeficiente intelectual para entender tanta genialidad, simbolismo y sobre tendidos.
ResponderEliminarY desde luego no me hice la interesante aplaudiendo...estaba deseando pirarme a hacer cosas más interesantes y/o divertidas.
Quizás tanto interés por criticarla es porque me removió...bah no creo.