Teatro: Retorno al hogar. Teatro Fernán-Gómez

 El simple hecho de atreverse a interpretar y a montar una obra de Harold Pinter constituye, ya de partida, un reto enorme y un mérito en sí mismo. La versión que ofrece Daniel Veronese es eso, la respuesta a una obsesión.



Los personajes, atrapados como fieras, se enfrentan a la trama. Una trama cualquiera. No es exactamente un guion clásico con planteamiento, nudo y desenlace. No. La música está colocada cual sinfonía contemporánea, rompiendo la armonía y descolocando al espectador.  La puesta en escena trasmite ese agobio de espacio cerrado, único, del que no puede escaparse. Si algo va mal, que pregunten al autor, que en paz descanse. El texto es muy complejo. Nadie les obligó a venir. Luego pueden mentir y aplaudir a rabiar para poder decir que les ha gustado mucho y hacerse los interesantes, mientras se prometen a sí mismos no volver nunca.


Pinter es así.

         Su teatralidad bebe en la vida cotidiana, en el absurdo y la repetición de cada uno de sus días, en el sin sentido de las conversaciones que no llegan a ninguna parte. Pasa todos los días. Como le dijo Miguel Rellán (que interpreta a Max, el padre viudo de la familia) a Alsina en su programa, una obra de Pinter es como abrir una ventana y colarse en una casa cualquiera, en una familia que se ha quedado sin mujeres, en este caso. Al principio no se entiende nada y todo es como una reiteración.  Sin embargo, tras la aridez y la complejidad de sus textos se esconden pepitas de oro. No tienen por qué creerme.

¿Y cómo lo hace?


       Podríamos decir de Pinter que es un autor encriptado como la misma realidad. Después de ver su obra o de leerla te quedas pensando, perplejo, quizás sin entender nada y hasta con un ligero “cabreo”, depende. A otros les gusta. Es el suyo un teatro para iniciados, por eso hay que ir a ver a Harold Pinter con los deberes hechos, que consisten en aceptar la ambigüedad de las cosas y en dejarse llevar. Todo aderezado con un humor absolutamente cáustico, demoledor y británico. Manda él y viene a movernos la butaca. Pinter no busca un espectador pasivo sino su incomodidad que pasa por ponernos ante un espejo y manejarlo a su antojo. El juez es él, no nosotros, y no sabes a dónde vas a llegar. Hasta puedes dormirte en algunos momentos como me ha pasado a mí. Pero no piensen que esto es una crítica encubierta. Ahí está la gracia. A veces puedes dormirte con Pinter pero luego salir entusiasmado.

Pinter siempre ha sido un provocador.

Todo esto le convierte en un autor difícil. En todos los sentidos: difícil de interpretar y de montar, difícil a la hora de entretener al público, difícil de ver. Difícil de comprender como un teorema matemático o una extraña metáfora.

 

En su época, cuando empezaba, muchos le “pusieron a caldo” y sin entenderle y ahora, además de Premio Nobel de Literatura, se le considera el dramaturgo inglés más importante de la 2ª mitad del siglo XX.

         Pero también, y de algún sitio tiene que venirle su fama y el reconocimiento de los grandes, es un autor libre y comprometido, completamente, con una creatividad extraordinaria.  Su impronta, lo que subyace por debajo de las palabras que pone en boca de sus personajes es lo que hace de él un genio. Y me explicaré, Pinter, es capaz de hacer críticas profundas como decía el mismo "a aquellas gentes que tienen el poder", muchos tipos de poder a los que cuestiona de forma permanente, y esa es la fuente de su compromiso político. Aquí también. Y lo hace de un modo tan simple que siempre nos pilla desprevenidos, siempre se ve nuestra sombra en el espejo. Jugando con nosotros.


          En Retorno al hogar se realiza una parodia inmisericorde del machismo en una de sus versiones más casposas, esa que pasa desapercibida o se da por supuesta. Yo, que soy tan descreído en cuestiones de feminismo, por lo menos del que padezco en mi entorno, me sentí removido, desafiado mucho más por un Pinter que escribió esto ¡en 1965 ¡, que por la guerra de tópicos actual.

En un final sublime, Pinter exhibe la absoluta cosificación a la que se somete a la mujer, con toda naturalidad, en un mundo masculinizado que parece no darse cuenta, y que arrastrado por sí mismo llega al paroxismo y normaliza el abuso del modo más simple. Como si nada, de forma casi imperceptible los hombres, hablan sin eufemismos de prostituir, explotar y subyugar, y hasta de amor a la única mujer en escena que entra al juego. Ella participa también y lleva la situación un poco más allá invirtiendo los significados. Casi como una evocación del Paraíso bíblico la aparición de la mujer en esta familia de varones lo trastoca todo en un universo que no sabe existir sin ella y donde brotan con toda su riqueza de matices las miserias humanas con más rancio abolengo. Todo, a la postre, se da la vuelta y se nos ofrece cargado de simbolismo. Es entonces cuando encuentra sentido.   


Lo mejor que puedo decir de la versión de Veronese, un poco a la deriva como él mismo reconoce, es que es Pinter en estado puro. Tal cual. Han sido fieles a su espíritu, se nota el esfuerzo. Y no me parece poca cosa. Unos lo hacen mejor, otros peor, pero merecen concederles un rato, desde luego. Y no se olviden, no valen prejuicios.



En ocasiones escucharán en off y siempre a deshora, cuando no toca, unas risas…

 ¿De qué se ríen? ¿Acaso se ríen de nosotros?

Sólo tiene una manera de comprobarlo.


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Teatro: Teatro Fernán-Gómez. Sala Guirau
Dirección: Plaza de Colón 4.
Fechas: Del 12 de Enero al 5 de Febrero. De Martes a Sábado a las 20:00. Domingos a las 19:00.
Entradas: Desde 16€ en Teatro- Fernán-Gómez.

Autor: Harold Pinter
Dirección y adaptación: Daniel Veronese


REPARTO (por orden de intervención)
Sam: Alfonso Lara
Max: Miguel Rellán
Lenny: Fran Perea
Joey: David Castillo
Teddy: Juan Carlos Vellido
Ruth: Silma López

FICHA ARTÍSTICA
Espacio Sonoro: Daniel Veronese
Iluminación: Ion Anibal López
Vestuario y escenografía: Lua Quiroga
Coreografía: Carla Diego
Comunicación: Ángel Galán
Fotografías y Diseño gráfico:  Javier Naval
Ayudantes de dirección: Nacho Redondo
Ayudante de dirección artística:  Maite Pérez Astorga
Jefe de Producción: Carlos Montalvo
Producción Ejecutiva: Olvido Orovio
Dirección de Producción: Ana Jelin
Dirección y adaptación: Daniel Veronese


FICHA TECNICA
Gerente Regidora: Sagrario Sánchez
Maquinista y sonido: David Vizcaíno
Técnico de iluminación: Ion Anibal López
Construcción de escenografía: Mambo Decorados
Vestuario: Sastrería Cornejo
Transporte: Taicher
Distribución: Producciones Teatrales Contemporáneas

Distribución: PRODUCCIONES TEATRALES CONTEMPORÁNEAS, S.L.
Ana Jelin – Lola Graiño – Olvido Orovio
www.ptcteatro.com


1 comentario:

  1. Yo me aburrí mucho, estaba deseando que acabará, fuera como fuera....Será que no me da el coeficiente intelectual para entender tanta genialidad, simbolismo y sobre tendidos.
    Y desde luego no me hice la interesante aplaudiendo...estaba deseando pirarme a hacer cosas más interesantes y/o divertidas.
    Quizás tanto interés por criticarla es porque me removió...bah no creo.

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