Nunca se vieron más claros los juicios sociales que en la construcción de espacio vacío creada por Juan Mayorga. Espacio vacío de prejuicios, isla desierta de convenciones sociales, aunque como Jacques Cousteu no fue solo a la isla desierta, su cultura fue con él. En este caso tres personajes tienen la oportunidad de ser ellos mismos, se les supone confianza entre ellos, en tanto amigos. Se supone es más fácil poder expresar y poder llegar a la raíz del ser. Nada más lejos de la realidad.
Que cercano el vínculo entre la vida y la muerte, y que compleja la construcción social en torno a su relato. Juan Mayorga nos acerca a conceptos filosóficos desde una perspectiva cómica e inteligente. El valor de la amistad como pretexto para unir a tres personajes que deciden poner en tela de juicio su amistad por un juego.
El peso social en escena como una losa que los tres amigos cargan por mucho que José Luis García-Pérez en la dirección haya intentado llevar a lo más cómico, mediante la risa el drama de la vida y el fino hilo que la separa de la muerte. Nos reímos sin duda, pero pesaban las convenciones sociales que quizá tres amigos hubiesen podido deshacer. Un nudo que parece no han sido capaces de desatar, un paso más en el camino que no hemos dado.
Tres personajes diferentes, estereotipos del hombre de mediana edad, reconocible y cada vez menos habitual, porque las cosas parecen están cambiando. Amigos desde la infancia, han vivido juntos anécdotas, riñas, amores y desamores. Parece que nunca se han atrevido a decirse a la cara lo que sienten de verdad, sin sincericidio. Hoy apartados del mundo, como si muertos jugasen a la vida deciden hacer algo de lo que no se habían atrevido antes, ser honestos con ellos mismos. Atreverse a expresar y a preguntarse quienes son, sin el juicio, ni la mirada del otro. No es fácil ser sinceros y únicamente mediante el juego somos capaces de ser nosotros mismos. Acabado el juego, volvemos a nuestro caparazón.
Tres amigos, un féretro y ningún cambio en el pensamiento, ni en la forma de actuar, quizá alguna mirada, algún gesto, pero nada sustancial. Como si nada hubiese ocurrido, después de escuchar lo que dicen de ellos cuando están muertos, ni tampoco cambia nada por haber estado en el lado opuesto de la moneda. Fue solo un juego deben pensar, sin percatarse de que la vida es sí misma es un juego. Compostura, frases hechas, la vida misma en escena, si bien las cosas por suerte están cambiando.
Ginés García Millán (Manglano), Daniel Albaladejo (Dumas) y José Luis García-Pérez en el papel de Ufarte componen un elenco solvente, que se mueve cómodo en escena, con fuerte presencia escénica y que se mete al público en el bolsillo, desbordando oficio y buen hacer, haciendo más grande y salvando a una pieza con flecos sueltos en estos tiempos de cambio.
Alessio Meloni en el trabajo de diseño escénico y vestuario nos lleva hacía un lugar alejado del ruido y la sociedad. Pedro Yagüe en diseño de iluminación y diseño de espacio sonoro de la mano de Ana Villa y Juanjo Valmorisco.
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FICHA ARTÍSTICA
De Juan Mayorga
Dirección: José Luis García-Pérez
Con Ginés García Millán, José Luis García-Pérez y Daniel Albaladejo
Diseño de espacio escénico y vestuario: Alessio Meloni
Diseño de iluminación: Pedro Yagüe
Diseño de espacio sonoro: Ana Villa y Juanjo Valmorisco
Ayudante de espacio escénico y vestuario: Mauro Coll
Realización de escenografía: Óscar Muñoz
Agradecimientos: Blas Meloni, Ignacio Mateos
Una producción de Octubre Producciones y Teatro Español
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