Un misterioso asesinato, un caso con muchas aristas por resolver, un peculiar detective en busca de resolver todos los enigmas. Un ingenioso relato que nos llevará a ir respondiendo las preguntas que le van surgiendo a nuestro protagonista, mientras vamos disfrutando de una historia llena de entresijos y lugares oscuros. Un inteligente y entretenido homenaje al género negro, más próximo al mundo del cine que al del teatro. Una parodia que nos recuerda a todos esos personajes icónicos del género, esos detectives que desde la parsimonia, y pareciendo que no se enteran de mucho, consiguen resolver todos los casos.
Esta producción de la Sala Beckett (texto que recibió una ayuda para su escritura en la temporada 2020-21, con el apoyo de la Fundación SGAE) llega a Madrid tras su exitoso paso por Barcelona a comienzos de año. Toni Casares (director artístico de la sala) ha señalado que "nos interesa la palabra en escena y figuras como Pablo Rosal siempre nos despiertan interés por como es capaz de plasmarlo en el escenario". Una pieza que se cimienta en la palabra, en los vericuetos que podemos encontrar entre ellas, en la belleza de las historias bien narradas.
El actor, dramaturgo y director Pablo Rosal se está convirtiendo poco a poco en todo un referente de la escena de nuestro país. Tras la maravillosa "Los que hablan", sorprendió a propios y extraños con su personal adaptación de "El pato salvaje" de Henrik Ibsen, ambas en el Teatro Abadía. También en estos últimos meses lo hemos podido ver en el Teatro del Barrio con su genial "Castroponce" (que se podrá disfrutar de nuevo en Mayo). Con este nuevo proyecto busca llevar el género negro a nuestra contemporaneidad. Para Rosal, esta es "una propuesta que se explica a medida que se despliegan sus capas. En principio, indiscutiblemente, es una visitación (parodia y homenaje) del género noir detectivesco, en teatro y en el siglo XXI. Los códigos, el desarrollo y el lenguaje son los propios del género de forma canónica y convencional, pero es en el dispositivo que se plantea donde la cosa empieza a ganar juego y hondura: la trama se explica con tres elementos visiblemente separados. En primer lugar, hay solo un actor, se trata de un one man show en toda regla, que hará todas las voces de todos los personajes. En segundo lugar, los espacios dramáticos serán fotografías proyectadas al fondo, a la manera del fotoroman. Y en tercer lugar una estación sonora acompañará el devenir dramático con música, ambientación y atmósfera".
El autor busca de este modo dar todo el protagonismo a cada una de las piezas, presentando de manera aislada el sonido, la imagen y la palabra, "para poner de relieve el proceso sugestivo y asociativo que es constitutivo del hecho escénico y de su especificidad. Se está apelando a la facultad Alusiva (lo que no está presente) del teatro en una época como la nuestra en que la literatura está arrasando con la facultad simbólica y evocativa del espectador. Rosal pretende hacer partícipe al espectador de las pesquisas del detective, un personaje solitario y marginal que observa el devenir de sus conciudadanos con estupor y honda melancolía. El autor define al protagonista como "una de las últimas formas de vida espiritual. Un poema viviente".
Para este nuevo proyecto, Rosal ha contado para la dirección con Ferran Dordal i Lalueza, con el que ha colaborado en varias ocasiones en la Sala Beckett. El director reconoce que en el texto "resuena mucho nuestra contemporaneidad y hace una crítica de una forma elegante". Para Ferran, el trabajo de Rosal es un vigorizante soplo de aire fresco en el teatro. Para él, esta propuesta performativa es más estimulante y ambiciosa que montajes anteriores, "sin renunciar en ningún momento a una buena dosis de humor y a un carácter eminentemente lúdico, este fotoromán escénico consigue, con aparente ligereza, reflexionar sobre nuestro tiempo y sobre las grandes preguntas trascendentales sobre la existencia que siguen acuciándonos". La obra como un homenaje y parodia del género, que despliega a través del juego escénico su apuesta desenfadada por un teatro de raíz humanista.
Estamos ante una pieza de carácter poético, un proceso de investigación en torno al noir más clásico, en el que nos movemos entre lo onírico y lo documental, con la poderosa narrativa de Rosal guiándonos por la secuencia de fotografías que se proyectan en segundo término. El propio Rosal explica que la obra "es un ejercicio de artesanía escénica y, como tal, una celebración de nuestras facultades lúdicas e inspirativas. Me propuse escribir un noir, en parte como práctica gustosa de construcción y derroche, y en parte como desafío para intentar vislumbrar qué nos atrae tanto como civilización en la representación del asesinato y su desenmarañamiento. El autor nos invita a sacar nuestra vena detectivesca, a acompañarle en este viaje para conseguir aclarar el caso, para transitar este genuino género que para él "se abrió como un rebosante cajón de referentes y obsesiones". La investigación, pero sobre todo el proceso por el que nos lleva, es el cometido principal de este juego. La palabra elevada a sus cotas más altas, para bucear entre ellas en busca de los secretos escondidos.
"Jugar al cliché en nuestro resabido y atragantado siglo se me antoja como una llamada conciliadora, una renovada oportunidad de mover energías estancadas y roles cristalizados, de desmantelar el orgullo civilizatorio. Jugar a la complicidad descaradamente, guiñando el ojo por todo lo alto. Compartir conciencia conscientemente". Con estas palabras el autor y director nos propone unirnos al juego, intentar resolver el enigma. Recuperar la figura anacrónica del detective en el que Rosal ha "depositado y postulado la esperanza inagotable de la Poesía. Observar el mundo actual debe trascender la condena, el posicionamiento o el simple comentario: observar es una acción de origen divino. Un lugar común a todas las almas. Y para eso nos reunimos, para observar algo que está siempre a punto de suceder. El misterio de lo vivo".
Centrándonos en lo que nos cuenta la historia, esta comienza con la aparición de una misteriosa nota en la que se vaticina un asesinato. El detective Julio Romero (Pablo Rosal), que acaba de recibir esta invitación para investigar el suceso, recorre la ciudad en busca de pistas, y durante su periplo irá conociendo con una serie de personajes que pueden ser sospechosos del asesinato del fotógrafo Franz Ziegetribe. El detective debe exprimir toda su intuición, estar atento a todos los indicios y pruebas que va encontrando a su paso. Toda escena de un crimen en una puesta en escena. Todo cadáver inaugura un relato. El relato es el discurso criminal. Para todo buen investigador, la solución de un caso consiste en desmantelar el relato para encontrarse con el funcionamiento de la vida. En un interesante ejercicio de desentrañar el misterio, asistiremos a un clásico proceso de investigación con los ingredientes de las películas del género pero adaptado a las leyes del teatro. El deleite por la traslación del género noir a nuestro tiempo regado por una poética posmoderna constituyen el núcleo de la propuesta.
Pablo Rosal se ha convertido en un autor e intérprete referente por su particular visión de la vida y su original forma de abordar sus montajes. En este caso, Rosal da vida el detective Julio Romero desde la naturalidad más absoluta. Para poner el valor la palabra no es necesario nada más. El actor da vida a todos los personajes con los que se cruza Romero, pero lejos de forzar las interpretaciones las matiza de forma sutil, permaneciendo casi impasible a lo largo de la obra. Él mide el tempo de la historia, con su deliciosa narrativa nos hipnotiza hasta que nos dejamos llevar por los lugares más extravagantes. Un inteligente experimento de narrativa, más cercano a una lectura dramatizada que a lo que entendemos por montaje teatral al uso, en el que la historia nos lleva de una manera poética a ir descubriendo los entresijos del caso.
Junto a él, comparte escena una gran pantalla en la que se van proyectando las fotografías analógicas realizadas por Noemí Elias Bascuñana (con una amplia experiencia en montajes teatrales en Temporada Alta, Teatre Lliure, T de Teatre o Teatre Poliorama), que más que un fondo acaban convirtiéndose en un personaje más del montaje. Las palabras de Rosal cobran vida al plasmarse en la pantalla, con una belleza y textura muy particulares. En esta maravillosa creación fotográfica han participado, además de la fotógrafa, María Alejandre como directora artística, Oriol Duran como asistente, Pablo Shenkel en la gráfica y la colaboración especial de Josep María Gassó.
El espacio, aparentemente vacío, se llena con las proyecciones de la fotografías, que lo inundan todo. El concepto escénico es de Silvia Delagneau (responsable también del diseño de vestuario) que nos deja una composición del lugar muy atomizada, pero que permite diferenciar perfectamente los tres planos con los que quiere jugar el autor. Imprescindible en esta obra son el espacio sonoro y la música, creados por Clara Aguilar y Pau Matas, que crean una atmósfera que nos traslada de inmediato a las películas de detectives, con una ambientación y una música deliciosos. El tercer elemento indispensable en esta minimalista propuesta es la iluminación de Mingo Albir, que juega con luces tenues para crear ese universo lúgubre y misterioso.
En definitiva, estamos ante una nueva peripecia del singular Pablo Rosal, que vuelve a sorprendernos y a llevarnos por esos recovecos de su imaginario, en el que la palabra reina por encima de todo. Una historia sin mucha enjundia puede convertirse en un delirante relato desde la perspectiva de este malabarista del lenguaje. Vayan a descubrir el particular caso que quiere resolver el detective Romero, o simplemente a disfrutar de un relato maravillosamente contado.
Autoría e interpretación: Pablo Rosal Dirección: Ferran Dordal i Lalueza Fotografía: Noemí Elias Bascuñana
Concepto escénico y diseño de vestuario: Sílvia Delagneau Diseño de escenografía: Maria Alejandre Espacio sonoro y música: Clara Aguilar y Pau Matas Diseño de iluminación: Mingo Albir Ayudantía de dirección: Mònica Almirall
Equipo de realitzación de fotografías: Dirección artística: Maria Alejandre Asistente dirección artística: Oriol Duran Gráfica: Pablo Shenkel Colaboración especial: Josep Maria Gassó
Agradecimientos: Albert Salord, Carla Schroeder, Irena Visa, Myrta Anadón, Ascensor Cocktail Bar, Bar Raïm, Galeria Esther Montoriol, Kipps Agramunt, Llibreria la Memòria, Llibreria Nollegiu, Primavera Sound y Transports Metropolitans de Barcelona
Una producción de la Sala Beckett
Este texto recibió una ayuda para la escritura teatral en la temporada 2020-21 de la Sala Beckett con el apoyo de la Fundación SGAE
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