Teatro: Ay Carmela. Teatro Bellas Artes.

Regresa a Madrid uno de los textos más representados en los últimos tiempos. Una revisión de esta emblemática pieza que nos devuelve a los horrores de la Guerra Civil, que nos habla de memoria, de la lucha diaria por sobrevivir, pero sobre todo de las atrocidades de las guerras. Cuando las injusticias lo inundan todo, cuando la vida se convierte en una pesadilla, en el momento en que estás ante los leones, no es momento de callar, hay que ser honesto y gritar, cantar o protestar, sean cuales sean las consecuencias. Vayan y disfruten, nosotros aún tenemos la canción en la cabeza y la piel de gallina.



Todas las guerras tienen víctimas inocentes, personas que intentan sobrevivir en esos tiempos oscuros, sin implicación directa en la contienda, y que por diferentes motivos sufren las atrocidades belicistas. Esta preciosa y desgarradora obra nos habla de estas personas, que intentan esquivar las balas, hacer equilibrios para poder sobrevivir, y no siempre lo consiguen. Son muchas las versiones que nos llegan de este clásico contemporáneo, pero siempre al verlo en cartelera nos entra la necesidad de volver a ver a Carmela y Paulino, para recordar su historia, la de tantas víctimas que no aparecen en los libros de historia y que vieron truncadas sus ilusiones por motivos que en muchos casos ni siquiera entendían.




En esta ocasión, la versión que se representa en el Teatro Bellas Artes ha sido producida por Producciones Faraute y Pentación Espectáculos, que nos regalan un espectáculo poderoso, un gran montaje en el que juegan con el tiempo y el espacio para crear los distintos decorados de este teatro de Belchite en el que sucede la historia. No han escatimado a la hora de recrear ese lugar desolado por la guerra, ese escenario que es el principio y el fin de la historia de la compañía de Carmela y Paulino. Un montaje con visos de ser una de las versiones más exitosas de esta, ya de por si, aclamada obra. Una historia que nos emociona, nos duele, nos avergüenza, nos hace reflexionar sobre lo que fue nuestro país, muy necesario en estos tiempos de auge de la extrema derecha.



El texto del gran José Sanchís Sinisterra (del que también tenemos en cartel la obra "Los figurantes" en el Teatro Reina Victoria) parece estar más vigente que nunca. Tras más de tres décadas desde su estreno, esta "elegía de una guerra civil" sigue tan vigente como el primer día y "empeñada en levantar su enjuto tinglado escénico más allá del tiempo y del espacio". Una pieza que ha sido representada en países como Francia, Chile, Turquía, Cuba, Argentina, México o Australia, y que solo en esta temporada hemos podido ver en diversas versiones en la ciudad de Madrid. 

Esta universalidad alcanzada por la obra, le ha revelado al autor que el tema de esta humilde tragicomedia no es tanto -o no solo- nuestra Guerra Civil, sino el deber de los vivos para con "los muertos que no quieren borrarse". Con el paso de los años ha crecido el interés por el trasfondo de la historia, como "entre las risas y las lágrimas que la precaria compañía ambulante suscita se va imponiendo el recurso inexcusable a la memoria de los vencidos... quizás para evitar lo que podríamos llamar la segunda muerte de los muertos". La Guerra Civil ha sido un tema recurrente en la ficción de las últimas décadas, pero el tema de la memoria histórica está en estos tiempos mucho más presente en nuestras vidas, por aquellos que aún no pueden llorar a sus fallecidos.



En esta ocasión la dirección corre a cargo de José Carlos Plaza (con Rocío Vidal como ayudante de dirección), eminente y prolífico director del que hemos visto en los últimos años montajes tan diferentes como sus versión de "Divinas palabras", "La casa de Bernarda Alba", "Antonio y Cleopatra", "El gato montés" o "El padre", y en unos meses estrenará en el Teatro Español "El sueño de la razón" de Antonio Buero Vallejo. Plaza nos propone un montaje oscuro, tenebroso, como no puede ser de otro modo al plasmar los años posteriores a la contienda. Pero en ese lúgubre escenario se despliega un juego de elementos escénicos que engrandecen el montaje, siempre supeditado al maravilloso trabajo de los actores.



La historia, tantas veces contada, nos devuelve a los últimos coletazos de la Guerra Civil, a Belchite, donde ha ido a parar la compañía Carmela y Paulino, Variedades a lo fino, en su intento de escapar del conflicto. Y volvemos a recordar el ímpetu de Carmela ante las injusticias. Vuelve el recuerdo contra el olvido. Una y otra vez la recordamos para que sus palabras no caigan en el olvido, para que su espíritu no se pierda en el cómodo mundo de la indiferencia. Es necesario volver la vista atrás, para alertarnos de lo que ocurrió, para que no olvidemos, para que aquella infame Guerra no no se repita, para que todos los muertos puedan descansar en paz.

Es interesante leer la sinopsis de este montaje, en el que dice que "nuestro sueño de un mundo de tolerancia, de comprensión, de permisividad hacia lo diferente, de igualdad, de solidaridad, de justicia social se va resquebrajando y el mundo fascista de intransigencia, terquedad, obstinación, testarudez, avanza tan incomprensible como imparablemente. Carmela es nuestra memoria y nuestra culpa, como lo es de "El Paulino", el cagón. ¿A quién nos recordará?". Da para mucha reflexión, ver como nos acercamos peligrosamente a todo lo que debería hacernos escapar. Es inconcebible que en estos tiempos una obra como esta tenga tanto vigor, que ese desgarrador alegato final de Carmela siga tan vigente.


Por eso es tan necesario volver a Carmela las veces que haga falta. Por su verdad, por su sinceridad, por su arrojo, por su fuerza, por su valentía, por su humanidad. Ella es el ejemplo de como deberíamos ser, enamorada de la vida, preocupada por el prójimo, capaz de exponerse por protestar una injusticia, incapaz de quedarse callada ante el dolor ajeno. Carmela, aunque parezca una rara avis, es una buena persona que busca el bien común. Carmela es la personificación de la bondad, del buenismo tan infravalorado en estos tiempos tan individualistas. Junto a ella tenemos a Paulino, el miedoso que intenta pasar de puntillas por el mundo sin que nada le salpique, sin levantar la voz, sin protestar por nada, sin involucrarse. Él vive en la sombra, más pendiente de controlar a Carmela que de ver las injusticias que le rodean. Paulino solo mira el día a día y lo que tiene que hacer para salvar el culo. Lo más triste es que en nuestra sociedad hay muchos más Paulinos que Carmelas.



Aunque en el imaginario colectivo Carmela y Paulino siempre serán Carmen Maura y Andrés Pajares, hemos visto grandes interpretaciones que están a la altura de los protagonistas de la película de Carlos Saura. En esta ocasión se les ha brindado la ocasión de meterse en la piel de estos emblemáticos personajes a María Adanez y Pepón Nieto, que con una contrastada carrera en teatro, cine y televisión, nos regalan unas interpretaciones cargadas de sentimiento y energía. Pepón Nieto nos regala un Paulino tierno y miedoso, dolorido y asustado, que camina sin rumbo en un lugar en el que no encaja sin Carmela. Es muy interesante la dualidad que muestra el personaje cuando está solo o con ella. Pepón, lejos de los papeles que le han hecho famoso, nos regala una actuación dolorosa, atormentada, sin quitarle ciertas dosis de humor, sobre todo cuando representan las variedades de la compañía. 

Por su parte, María Adánez nos muestra a una Carmela divertida, que intenta animar a Paulino en todo momento mientras intenta asumir su nueva situación. Una mujer de carácter, emocional, impulsiva, que prefiere actuar con el corazón que pararse a pensar lo que hace o dice. Adánez interpreta a Carmela desde la ternura, desde el cariño por Paulino, con esa inconsciencia de quien no sabe muy bien lo que ocurre, pero con la personalidad para enfrentarse a lo que le parece injusto sin dudarlo. Su alegato final es una maravilla, aumentado por el silencio absoluto que inunda el teatro tras la escena culmen de la obra.



Es este un montaje más espectacular, técnicamente hablando, que otros de los que se han programado esta temporada. El diseño de la escenografía y la iluminación, a cargo de Javier Ruiz de Alegría, es majestuoso. El decorado representa al detalle ese teatro devaluado tras la guerra, en el que Paulino rememora todo lo ocurrido. La impecable iluminación nos traslada a un lugar lúgubre, dominado por la penumbra, a mitad de camino entre lo onírico y lo misterioso. Todo ello contrarresta con las escenas del pasado, en las que el color y los grandes decorados con banderas y fondos de temáticas tradicionales lo inundan todo. Los otros elementos fundamentales de la obra son el sonido de Juanjo Cañadas y la música de Víctor Elías y Javier Vaquero. Por último, el diseño de vestuario ha sido obra de Gabriela Salaverri, muy original y acertado.


En definitiva, nunca es una mala idea regresar a Belchite para escuchar a Carmela. Una obra necesaria en estos tiempos oscuros en los que la sociedad sigue peleando por encontrar a sus muertos, en el que la memoria parece frágil y se apuntan maneras de estos tiempos oscuros dentro de partidos de ultraderecha que invaden Europa. Volvamos a Carmela las veces que sea necesario (tendremos una nueva oportunidad de ver otra versión de la obra en Mayo en el Teatro del Barrio), hasta que la humanidad que destila la obra impregne el mundo. Ella volverá a sacrificarse por nosotros y seguirá diciéndonos "Pobre país que necesita héroes", y nosotros sabremos que tiene razón una vez más, que el mundo necesita héroes y que ponerse de perfil no es una alternativa. Que necesaria siempre esa actitud, esa empatía, ese amor por el prójimo y por el bien común.

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Teatro: Teatro Bellas Artes
Dirección: Calle del Marqués de Casa Riera 2, 28014 Madrid
Fechas: Del 5 de Abril al 11 de Junio. Miércoles a Viernes a las 20:00. Sábados a las 18:00 y 20:30. Domingos a las 19:00. Martes y Miércoles, día del espectador.
Entradas: Desde 9,75€ en TeatroBellasArtes.


Reparto

María Adanez
Pepón Nieto

Ficha artística

Dirección: José Carlos Plaza
Asistentes de dirección: Steven Lance Ernst, Álvaro Pérez, Bruno López-Linares
Ayudante de dirección: Rocío Vidal
Fotografía: Marcos GPunto
Coreografía y voz: Ana Cristina Mata
Música: Víctor Elías y Javier Vaquero
Diseño vestuario: Gabriela Salaverri
Escenografía e iluminación: Javier Ruiz de Alegría
Imprenta y diseño gráfico: Gráficas Isasa
Transporte: Transportes Castillo
Peluquería: Marta García
Realización vestuario: Paloma de Alba
Tinte y ambientación: Taller María Calderón
Realización decorados: Zvonimir Ostoic
Sastrería: Luis Delgado
Sonido: Juanjo Cañadas
Maquinaria y regiduría: Kike Hernando
Iluminación: Eva Sáez
Dirección técnica: Celso José Hernando
Gerencia: José Casero
Productores: Celestino Aranda y Jesús Cimarro

Una producción de Producciones Faraute y Pentación Espectáculos


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