Teatro: La ternura. Teatro Infanta Isabel.


Seis años después de su exitoso paso por el Teatro de la Abadía, Alfredo Sanzol vuelve con La Ternura, uno de sus textos más delirantes, al recogidito Teatro Infanta Isabel.

Un homenaje a Shakespeare, a los corrales de comedias y al teatro isabelino en el que las mujeres visten calzas y bombachos y se tienen que afeitar. Porque en La ternura, nada es lo que parece y el fraude, está asegurado.



Sanzol presenta una fábula con moraleja para niños grandes: una reina, dos princesas, galeones, islas recónditas, leñadores, embrujos, alquimia y mucho enredo.

La Ternura es un cuento de hadas. La reina Esmeralda, la Princesa Rubí y la Princesa Salmón, las tres clones de las adorables hechiceras Flora, Fauna y Primavera de La Bella Durmiente de Disney (nadie es inmune al imaginario colectivo), se niegan a aceptar el futuro opresor que el patriarcado les impone.


La reina Esmeralda, más bruja que hada, más alquimista que hechicera, más Herminone que Merlín, y muy adelantada a los cánones del siglo XVI, se niega en rotundo a casar a sus hijas en sendos matrimonios de conveniencia con nobles ingleses, obligada por el rey Felipe II. Perra vieja en los menesteres que el machismo supone para la libertad y el libertinaje de las mujeres, se niega a que las princesas tengan el mismo destino que tuvo ella, y haciendo gala de sus poderes mágicos hace desparecer con dos chasquidos, ni más ni menos, que a la Armada Invencible y poniendo rumbo con sus hijas a una isla desierta, libre del tufillo embriagador de los hombres, decide empezar una vida nueva sin ataduras de ningún tipo.

Pero lo que ellas suponían como el Edén, rápidamente se ve ensombrecido por la ingrata sorpresa de que la isla no sólo está habitada, sino que en ella vive un leñador con sus dos hijos y los tres son unos energúmenos y misóginos de campeonato.



La obra es una constante dialéctica entre la sensibilidad femenina y el garrulismo más cerril masculino. Ellas odian a los hombres y tratan de zafarse de ellos, ellos odian a las mujeres y no son sólo el mismismo eje del mal, si no que hasta distorsionan su condición física: las mujeres tienen piel de sapo y un solo ojo y demás lindezas. La madre trata de proteger a sus polluelas de la opresión que supone el matrimonio, pero es que el padre hace lo propio con sus vástagos. Y es en esta enfrenta del primer acto dónde la propuesta se hace un poco más cuesta arriba. Porque sí, es graciosa, pero el cliché facilón y la alusión constante al Porqué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas, es quizá en esta primera parte, demasiado evidente. A lo mejor es que desde 2017 que se representó la primera vez hasta hoy, la sociedad española ha avanzado a pasos agigantados en cuanto a feminismo se refiere y de repente, ciertos chistes y chascarrillos quedan algo anticuados, y recuerdan más a las Matrimoniadas de José Luis Moreno que a otra cosa, pero lo cierto es, que la guerra constante de reproches, ensombrece.





Pero según los personajes se van despojando de los paradigmas aprendidos, según se quitan las armaduras que los constriñen y no los dejan vivir plenamente, en definitiva, según se van dejando seducir por la ternura y lo que la muestra de vulnerabilidad supone, el cuento avanza con situaciones de enredo inverosímiles, locuaces y muy desternillantes dónde se mezclan la comedia, el drama, la aventura y la fábula con moralina.

La reina Esmeralda y el padre leñador se afanan por evitar el sufrimiento que el amor pueda suponer a sus hijos, pero no se dan cuenta que el vacío que implica vivir sin amor, es todavía más gris y oscuro.



La puesta en escena es vibrante con constantes entradas y salidas de los actores que no dan tregua a los asistentes. Todo en La Ternura es barroco salvo la escenografía. Con un recargado uso del lenguaje, más de diez alusiones entrelazadas en el texto a obras de Shakespeare y un guiño a alguna de Lorca si el público está atento, choca la pomposidad con un escenario sobrio, oscuro, dónde la máxima trampa son unas gigantes cortinas de dónde salen y entran los personajes. Y es esta austeridad la que dota de protagonismo a la imaginación del espectador. Porque gracias a la técnica de Alejando Andújar a los mandos del vestuario y la escenografía, el público tiene que imaginar una isla, un volcán, y a la mismísima Armada Invencible. Vamos que ni Terry Gilliam con un presupuesto de millones de dólares.



Cecilia Solaguren borda el papel de Reina Esmeralda y encarna con maestría el rol de auténtica looser, es una perdedora en cuanto a trucos de magia y en cuánto a propósitos. Ni el peor aprendiz de mago lo podría hacer peor.

Tras muchos dimes y diretes y un colofón catártico, las hostilidades acaban así: lógica paternalista cero, ternura gana por goleada.

Ante un panorama polarizado, brechas cada vez más abismales, blancos y negros sin zonas grises, ríndanse a La Ternura, no queda otra


RESEÑA ESCRITA POR ESTHER TOYOS

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Teatro: Teatro Infanta Isabel
Dirección: Calle Barquillo 24.
Fechas: Del 30 de Marzo al 2 de Mayo. De Jueves a Sábados a las 19:00. Domingos a las 18:00. Duración: 115 min.
Entradas: Desde 15€ en Teatro Infanta Isabel. Dossier.


FICHA TÉCNICA Y ARTÍSTICA:

Intérpretes:

Reina Esmeralda: Cecilia Solaguren
Princesa Rubí: Ana Cerdeiriña
Princesa Salmón: Sandra Ferrús

Leñador Marrón: Markos Marín

Leñador Verdemar: Elías González
Leñador Azulcielo: Juan Vinuesa


DIRECCIÓN:
ALFREDO SANZOL

ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO:
ALEJANDRO ANDÚJAR

ILUMINACIÓN:
PEDRO YAGÜE

MÚSICA:
FERNANDO VELÁZQUEZ

AYUDANTE DE DIRECCIÓN:
BEATRIZ JAÉN

AYUDANTE DE ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO:
ALMUDENA BAUTISTA

PRODUCCIÓN EJECUTIVA:
JAIR SOUZA-FERREIRA

AYUDANTES DE PRODUCCIÓN:
ELISA FERNÁNDEZ Y SARA BROGUERAS

DIRECTOR TÉCNICO / ILUMINACIÓN:
JUAN LUIS MORENO

TÉCNICO DE SONIDO:
ENRIQUE MINGO
MAQUINISTA:
FERNANDO DÍAZ

REGIDORA /SASTRA:
REMEDIOS GÓMEZ

MÁNAGER DE GIRA:
JAVIER ZAPARDIEL

DIRECCIÓN DE PRODUCCIÓN:
MIGUEL CUERDO

COMUNICACIÓN:
ELNORTE COMUNICACIÓN




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