La vida se va configurando, como si de un puzle se tratase, de piezas que van formando un todo, una gran colección de anécdotas, de recuerdos, de objetos, de pedazos de nuestra memoria, que nos va configurando en lo que somos. Una colección que alguien debe guardar, una persona capaz de valorar el legado, capaz de comprender lo que implica cada una de esas unidades que forman parte de un todo. Una historia sobre la búsqueda de la propia identidad, sobre el volver la vista atrás para ver lo conseguido, un relato formato de retales para formar un todo majestuoso.
Con todo agotado desde antes de su estreno, el nuevo montaje de Juan Mayorga se ha convertido en unos de los montajes del año, uno de esos sobre los que la gente comenta en las tertulias, uno de los ineludibles de cualquier amante al teatro. Y no podía ser de otra manera cuando se juntan en el mismo montaje a intérpretes de la talla y la trayectoria de José Sacristán y Ana Marzoa. Lo raro es que no llevasen meses agotadas. Una delicia ver sobre las tablas a estas dos figuras del teatro de nuestro país, con la ilusión y la energía de dos adolescentes. Solo por esto, merece la pena acercarse a esta colección.
Esta producción del Teatro de La Ababía y LaZona nos sumerge en un universo de incógnitas, de preguntas sin resolver, de grandes historias escondidas en cajas, a las que los protagonistas buscan un heredero. Una preciosa historia sobre lo que somos y lo que dejamos cuando ya no estamos. Ese legado, esa colección que en la mayoría de las ocasiones se pierde con la muerte de quien la hizo y la cuidó con el máximo esmero. Una obra que se nos va descubriendo poco a poco, como quien va desembalando todas esas cajas que llenan el escenario. El majestuoso templo del Teatro de La Abadía es el lugar idóneo para esta colección de la que parece pertenecer todo lo que en él vemos.
Juan Mayorga, autor y director de la obra, nos presenta su segundo montaje desde que fue nombrado director artístico de la Fundación Teatro de La Abadía. Tras la fabulosa "María Luisa" que pudimos ver la pasada temporada, ahora el autor nos cambia radicalmente de tercio, con un texto mucho más complejo (más cercano a lo que nos tiene habituados normalmente) en el que la palabra se convierte en el elemento sobre el que se construye todo. La importancia de la palabra, de colocar cada cosa en el lugar que le corresponde, el llamar a las cosas por su nombre. La obra, según se puede leer en la web del teatro, parte de la lectura de una noticia, en la que un matrimonio de coleccionistas se preguntaba qué pasaría con su colección cuando ellos ya no estuvieran. Con ese punto de partida, el autor va tejiendo mil incógnitas y caminos sobre los que transitar y crear esta historia.
El director compone una pieza misteriosa, que se va moldeando a modo de rompecabezas que se va armando ante nuestros ojos, con la precisa ejecución de las cosas bien hechas. "La obra es una función sobre la memoria, sobre la herencia. Yo, durante un tiempo, soy legatario de esta herencia que es La Abadía, que me excede y que además algún día pasará a otras manos. Hay un vínculo muy especial entre el texto y este espacio", afirma el propio Mayorga. El autor de "Silencio", "Amistad" o "El golem", por nombrar algunas de las más recientes, escribió el texto en las primeras semanas del confinamiento, enviándosela a sus más allegados como "señal de vida". El texto, cuenta el autor, "va sobre el deseo, eso que nos constituye y nos fragiliza. Los coleccionistas son seres deseantes. Pero también habla del matrimonio, del legado, de lo que dejamos a otros y a lo que somos capaces de dedicar una vida entera".
Pero vayamos a la historia que veremos en escena. Sobre un escenario lleno de cajas grises, aparecerán los personajes que deben dar una razón de ser a todo esta caótica propuesta escénica. En ese lugar habitan Héctor y Berna, un matrimonio mayor, sin hijos, que a lo largo de su vida ha ido creando una gran colección, su gran obra, por la que sacrificaron todo lo demás. Ahora, cuando ya ven cerca el final de sus vidas, se plantean lo que quieren hacer con su gran legado. "Es lógico que, teniendo la edad que tenemos y no teniendo hijos, la gente se pregunte por el destino de nuestra colección". Quieren asegurarse de que su colección permanezca intacta, que no se diluya con su muerte. Deben buscar un heredero que esté a la altura de este gran reto, que aprecie la colección y quiera hacerse cargo de ella en las condiciones que ellos le digan.
En este proceso de búsqueda de la persona adecuada, han convocado a Susana, una joven coleccionista a la que quieren conocer mejor, para saber si da con el perfil que están buscando. No lo tienen claro, es una difícil decisión. Separarse del trabajo de toda una vida y cedérselo a alguien que se acerque a lo que ellos sienten por esa colección construida a lo largo de toda una vida juntos. Un examen que será a la vez un repaso a sus propias vidas, una visión hacia lo que fueron y un análisis de lo conseguido, del trabajo realizado, de todo lo que se quedó por el camino para lograr su gran obra. Es La colección una obra sobre el matrimonio, sobre el paso del tiempo y sobre la misteriosa relación entre las personas y los objetos.
"Era necesario que alguien hiciese la colección. Imágenes separadas por océanos o siglos esperaban que alguien las reuniese. Su destino era la colección. Si algún día, dentro de un millón de años, un ser capaz de pensar y de sentir encuentra la colección, sabrá qué es la humanidad y qué podría haber sido. Antes de atravesar esa puerta, piensen que, cuando vuelvan a este lado, todo lo verán desde la colección. También a las demás personas y a sí mismos. La colección te descubre. No puedes verla y no preguntarte quién eres, porque contiene todo lo que eres y todo lo que no eres". Este extracto de la obra nos muestra a la perfección la esencia de la misma. Una búsqueda vital que ha marcado la trayectoria de esta pareja, que ahora deben completar con un heredero a la altura de las circunstancias.
El reparto es uno de los mayores aciertos de este montaje. Solo por ver a dos monstruos de la escena como José Sacristán y Ana Marzoa, ambos en estado de gracia, sobre las tablas de un templo como el Teatro de La Abadía, merece la pena el pago de cualquier entrada. Majestuosas sus interpretaciones de Héctor y Berna, con una fabulosa complicidad entre ambos y con miles de matices en cada escena. Ambos nos regalan un máster de interpretación en las casi dos horas que dura la función. Sacristán nos vuelve a regalar un trabajo magistral, un personaje lleno de dulzura, de fragilidad, de emociones contenidas, de esa mirada perdida que dan los años y la búsqueda de los recuerdos. Marzoa, es todo energía y vitalidad, en una creación de personaje maravillosa, que es el contrapunto perfecto al Héctor de Sacristán.
Con ellos dos lidia de forma brillante la siempre deliciosa Zaida Montes, que nos regala un personaje que se debate entre el amor por esa colección y la postura firme de no acceder a cualquier precio a lo que le imponga la pareja de viejos coleccionistas. La actriz se muestra vulnerable por momentos, expeditiva en otros, con ganas de conocerlo todo y con miedo a preguntar demasiado. Una interpretación a la altura de los dos maestros. El elenco lo completa Ignacio Jiménez, con un papel bastante menor, que por momentos parece el criado de la pareja, en otros una pieza de la colección o incluso el examinador que pone a prueba a Susana.
Todo esto ocurre en el fantástico espacio escénico que es esta Abadía reconvertida en Teatro, con la que Alessio Meloni juega para enfatizar esa sensación de santuario en la que los protagonistas convierten su particular "caverna". De este modo, es el propio espacio el que habla, con sus grandes ventanales y su cúpula, lo que enfatiza la poética del relato. El lugar aparece desnudo, poblado únicamente con esa acumulación de cajas apiladas que es la antesala de la colección. "La acumulación de tantas cajas pretende transmitir el paso del tiempo" reconoce el propio Meloni. Hay que destacar también la cuidada e impecable iluminación de Juan Gómez-Cornejo, con esa luz entrando por la cúpula para iluminar todas las dudas y miedos que abruman al personaje de Zaida Montes. Todo esto se completa con el contundente espacio sonoro propuesto por Jaume Manresa (responsable también de la música). Por último, el vestuario corre a cargo de Vanessa Actif.
En definitiva, estamos ante una de las obras de la temporada. Era de esperar al juntar en un mismo escenario a Sacristán y Marzoa, pero es que además el texto de Mayorga resulta menos denso que en otras ocasiones, aunque siempre nos traslade a lugares complejos, en los que nuestra mente debe dar un plus para llegar a esos universos oníricos y filosóficos que nos plantea. Lugares mágicos, relatos que van más allá de la mera historia que cuentan, pensamientos profundos que profundizan en los grandes temas de la humanidad, como son la vida, la muerte, el arte o el amor. Una historia deliciosa, en la que Zaida Montes nos va guiando por esta misteriosa colección, reflejo de toda una vida. Acompáñenla en sus indagaciones, lo disfrutarán.
Texto y dirección: Juan Mayorga Reparto: José Sacristán, Ana Marzoa, Ignacio Jiménez y Zaira Montes Escenografía: Alessio Meloni Iluminación: Juan Gomez-Cornejo Vestuario: Vanessa Actif Música y espacio sonoro: Jaume Manresa Ayudante de dirección: Ana Barceló Una producción del Teatro de La Abadía y Lazona
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