Dragones camboyanos asoman en espiral en el Teatro Infanta Isabel entre gongs de bienvenida en una tarde cálida y soleada, nada que ver con el frío y la humedad irlandesa de Connemara, con esa mecedora imperturbable, con esa estufa que no acaba de prender, con esas ventanas empañadas de miseria, de dolor, de rutina.
“¿Llueve Maureen?”.
Una casa en la colina de Leeanane, en esa Irlanda de crisis, de violencia, de terror. Allí viven, o malviven, Mag Folan, vieja pelleja, y su hija pequeña Maureen, con sus cuarenta y… que se encarga de cuidarla. Y así llevan tantos años… este es el escenario que se nos presenta, con los dilemas y reproches del Nutren mañanero, de esas gachas socorridas en los hogares humildes, del té que suena entre fogones lacerados de ironía.
En estas ocupaciones nos encontramos cuando regresa al pueblo Pato Dooley, lo que propiciará el reencuentro con Maureen, entre misivas del hermano pequeño de Pato, Ray, el niño mocoso que jugaba al fútbol descalzo y ya se ha hecho mayor.
Entre chantajes, atmósferas irrespirables, reproches, secretos y mentiras se va desarrollando la trama en la cocina de esta invisible prisión.
Todo es conflicto en Leenane, todo es duro, todo violento, de todo tipo, todo tensión. Y que bien nos la transmiten. Nos incomoda el asiento, nos movemos, nos queremos ir en ocasiones, nos queremos subir a esa cocina para salir por la puerta de atrás colina abajo y desaparecer, y no pensar en esas relaciones tóxicas materno filiales que nos remueven, que nos duelen, que nos queman la piel. “Qué coño me lo vas a agradecer”.
En esa adaptación, desnuda y cruda de la obra de Martin McDonagh por parte de Bernardo Sánchez Salas, se nos presentan estos personajes, esta madre y esta hija que no se están haciendo la vida bonita, que nos presentan esta atmósfera fétida entre idas y venidas, entre visitas inesperadas y miradas hacia atrás. “Esto es Irlanda. Siempre se está marchando alguien”.
He de confesar que inicialmente me atrajo del montaje la presencia de María Galiana, soy seguidor incondicional de "Cuéntame", y la dirección de Juan Echanove, al que admiro, pero de repente apareció ella, la reina de la belleza, la zorra de Leenane, apareció Lucía. LUCÍA QUINTANA. Y ahí se nos va todo por el fregadero, ahí nos desnudamos con ella en cuerpo y alma, ahí aparece la reina del teatro, con una interpretación magistral que nos conmueve.
Los troncos ya nos marcan el devenir de su actuación, la leña que trae de fuera, con rudeza, con violencia, con rebeldía, pero también con frustración al no poder cambiar la realidad. “¿No has tenido bastante con tenerme a tu servicio día y noche durante los últimos veinte años?”. Jugando con la locura, que aún hoy, tras haber dejado reposar una noche en la nevera, no queda claro quién es la más cuerda, quien la loca, sin víctimas ni verdugos.
"La reina de la belleza" nos muestra su cara bella entre tanta mugre, entre tanto dolor. Tristeza y más tristeza. Gracias Lucía.
Esta tensión está sostenida, está apoyada en María Galiana, con una versión dura, diferente, mágica en ocasiones, siempre la base, siempre la réplica adecuada, defensa y ataque en un ambiente de humo. “Quien va a cuidar de mi”.
Pelea en el fango con profesionalidad, escucha y atención al otro. Vergüenza entre tanta atención, ante tanta demanda, ante tanto pasado que aparece, que machaca, que duele también. Gracias de nuevo.
Completan la tragedia Javier Mora y Alberto Fraga, tío y sobrino, los Dooley, que aportan algo de frescura, algo de luz entre la continua lluvia. Contrapunto y desahogo. Normalidad y futuro entre la bruma, en este concurso de belleza sin ganadoras, donde siempre pierde la misma, la misma reina.
Todo ello bajo la dirección del gran Juan Echanove, que saca lo mejor del elenco, que nos coloca en un territorio universal que está también a la vuelta de la esquina, en nuestros propios hogares, en nuestras cocinas, en la mesa camilla con el brasero encendido y la tela puesta. Echanove logra conmovernos desde antes de empezar la obra, para irnos con esa tensión, con esa sensación de ahogo que no nos deja respirar en este aire insano creado.
Todo en una atmósfera hostil, donde el verde, ese color que hasta hace poco simbolizaba la esperanza, es desagradable, donde las transiciones repetitivas también generan ese espacio inamovible, circular, tétrico en ocasiones.
Vengan al Teatro Infanta Isabel, "La reina de la belleza" nos aguarda para ofrecernos teatro de verdad, del bueno, ese que te remueve, que te seduce, que te condena, que te hace amarlo. Eso sí, después un paseíto reparador para el despeje mientras reflexionan. Puede ser buen momento también para decir un te quiero fresco, ese que tanto nos cuesta. Ese que también nos duele.
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Teatro: Teatro Infanta Isabel
Dirección: Calle Barquillo 24.
Fechas: Del 5 de Junio al 28 de Julio. Miércoles, Jueves y Viernes 19:00. Sábados y Domingos 18:00.
Duración: 90 minutos
Entradas: Desde 20€ en teatroinfantaisabel.
ACTORES:
MAG – MARIA GALIANA
MAUREEN – LUCIA QUINTANA
PATO – JAVIER MORA
RAY – ALBERTO FRAGA
PRODUCCIÓN: OKAPI PRODUCCIONES
DIRECCIÓN: JUAN ECHANOVE
ADAPTACIÓN: BERNARDO SÁNCHEZ
AYUDANTE DE DIRECCIÓN: MARCO MAGOA
DISEÑO DE VESTUARIO: ANA GARAY
DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA: ANA GARAY
AYUDANTE DE ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO: ISI PONCE
DISEÑO DE ILUMINACIÓN: DAVID PICAZO
DISEÑO SONORO: ORESTES GAS
FOTOGRAFÍA: Sergio Parra
MAQUILLAJE Y PELUQUERIA: Chema Noci
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