En ocasiones la vida transcurre por su cauce habitual, sin que vayamos teniendo grandes éxitos ni fracasos estrepitosos, pero todo aquello que soñaste en su día se va torciendo y te ves abocado a un oscuro callejón del que es muy difícil salir. La elegancia y maestría con la que esta obra nos cuenta la vida de una familia aparentemente normal, para descubrirnos todos los problemas que en ella existen, nos lleva a conocer los entresijos de este grupo de mujeres, a la vez que descubrimos que las cosas, en la mayor parte de los casos, no son como parecen (ni como deberían ser).
La vida de esta singular familia nos toca las entrañas, porque podría ser la nuestra. Toda la historia que nos cuentan sobre este lluvioso "Otoño en Abril" nos resulta familiar, porque todos hemos tenido miedo a no cumplir nuestros sueños, todos nos hemos visto superados por la velocidad con que pasa todo a nuestro alrededor, el pánico de las madres primerizas por vivir en el alambre de no saber si hacen bien las cosas, la madre que quiere (treinta o cuarenta años después) protegernos como el día en que nacimos. Todo en esta obra nos resulta cercano, entrañable, diríamos incluso que acogedor (pese a que el tono de la obra no sea precisamente optimista), nos abraza desde el primer momento y nos acuna como a un recién nacido.
La delicadeza con la que La Belloch Teatro ("Vientos de Levante", "Cuando caiga la nieve") desarrolla sus espectáculos nos hace estar como en casa. Surgido de la II Beca de Dramaturgia Contemporánea El Pavón Teatro Kamikaze, este proyecto es una muestra de cómo se puede hablar de la vida cotidiana sin grandes aspavientos y logrando resultados brillantes. La sencillez con la que Carolina África (autora y directora de la obra) desarrolla la historia nos transmite tranquilidad y cercanía, pero esto también nos muestra la brillantez de un texto capaz de hablar de lo cotidiano con la frescura, la franqueza, y la belleza de quien habla del hecho más insólito o singular, tratando lo cotidiano con emoción y cargándolo de un halo de realismo mágico, en el que todos los personajes tienen su pequeño misterio.
Este montaje es la segunda parte del díptico iniciado con "Verano en Diciembre" (que se puede ver también en el María Guerrero los Domingos a las 12:00, hasta el 4 de Octubre), y como su predecesor nos habla de las relaciones familiares, de las desavenencias que se crean entre las distintas generaciones, con un tono dulce de fino costumbrismo que esconde los problemas reales que angustian a las protagonistas. El texto destila sinceridad, un relato cercano en el que la propia autora reconoce "he desnudado mi alma amparada por la ficción, y donde cualquier parecido con la realidad no es más que pura, hermosa o dolorosa coincidencia". Y era lógico pensar que la autora hubiese bebido de sus propias experiencias, ya que estuvo embarazada mientras daba forma a este proyecto. Este tierno y hermoso relato esconde mucho dolor y grandes miedos, nos deja entrever los problemas de las protagonistas que necesitan escapar del paraguas protector de una madre que sólo piensa en "lo mejor para ellas".
Es muy interesante la programación simultánea de las dos obras, para poder tener una concepción más compacta de este interesante viaje por lo más recóndito de las personalidades femeninas de varias generaciones, plasmadas en esta familia que nos hace reír, emocionarnos, cabrearnos y llorar, todo en una coctelera que nos hace salir emocionados (y con la lagrimilla cayendo) del teatro. Como ya sucediera en los anteriores montajes, la autora nos sumerge en un ambiente familiar, en el que aborda problemas con la naturalidad de quien sabe por donde enganchar al público. Un precioso mosaico de personalidades configuran esta obra en la que destacan los momentos, las conversaciones, las miradas, los silencios que se reparten la madre y las hijas, para completar una muy reconocible unidad familiar, que se resquebraja a la vez que intenta agolparse para no no caer.
La propia autora reconoce que "siempre fantaseé con dar continuidad a los personajes de "Veranos en Diciembre", obra en la que con mucho amor había confrontado mi propia vida", en un momento notaba que "la vida cambiaba rápido: yo pasaría de ser hija a ser madre, y la familia a la que pertenezco se vincularía para siempre a la nueva familia que estaba a punto de crear". Ese fue el momento en el que comenzó a gestar este nuevo proyecto "y me aventuré a bucear en aquellas mujeres de ficción donde nuevamente podía volcar mis miedos, anhelos, ilusiones y pesadillas". Para ella, esta obra "es el resultado creativo de una nueva etapa de mi vida".
La historia nos mete de lleno en la vida de una familia con una madre viuda como cabeza de familia y sus cuatro hijas, con vidas que transcurren en continuos vaivenes, con pasados oscuros y futuros inciertos. La obra nos habla del "eterno e inevitable retorno de unas hijas al nido de su madre, aunque ese hogar no sea un refugio añorado y necesario, sino el lugar incómodo del que se huyó". Unas hijas que buscan escapar de esa protección materna, mientras se ven abocadas por sus circunstancias vitales a tener que volver a él una y otra vez. Las dificultades laborales, una ruptura sentimental, o una mudanza, son motivos suficientes para que tres de las hijas vivan en un momento crucial de sus vidas en casa de la madre. Todas ellas "buscan desesperadamente separarse, pero permanecen necesariamente unidas", aunque en muchos momentos esta convivencia resulte insoportable. Esta es una nueva andadura de los personajes de su obra antecesora, "donde damos la bienvenida a nuevas generaciones y donde los conflictos y abismos familiares explotan con toda su fiereza y belleza".
La contundente radiografía que nos muestra esta historia nos deja momentos gloriosos. Los diálogos punzantes entre las protagonistas nos muestran escenas desgarradoras, cargadas de emotividad, de reproches y de amor. El humor se intercala de forma ingeniosa con las vidas atormentadas, la acidez de la madre sienta cátedra cada vez que se enfrenta a sus hijas, asentando las bases de esta familia, en la que todo se mueve en un endeble equilibrio a punto de desmoronarse ante nuestros ojos. Otro de los momentos más brillantes de la obra son los momentos en que vemos los sueños de Alicia (la hija que acaba de ser madre) de un surrealismo brillante, plagados de humor y con multitud de guiños reconocibles. Todo ello, lo envuelve Carolina África de un ambiente bucólico y lluvioso, que ayuda en el tono general de la historia, una lluvia que golpea con fuerza mientras las protagonistas se van poniendo a cubierto en los diversos paraguas que presiden la escena al inicio. Un bonito símil que refleja la protección materna (ella siempre les ofrece el paraguas al salir de casa) ante los duros golpes de la vida.
Pero si algo sobresale en esta obra son las maravillosas interpretaciones de las actrices. Al frente de la familia tenemos a una magistral Pilar Manso, dando vida a una madre que siempre tiene respuesta para todo, con brillantes puntos cómicos y una destreza en escena que la convierten en la auténtica directora de la historia, controlando y midiendo en todo momento los tiempos de la obra. Junto a ella tenemos a sus tres hijas Paloma (Majo Moreno), Alicia (Beatriz Grimaldos) y Carmen (Paola Ceballos), más la cuarta que trabaja en la India y casi no aparece a lo largo de la obra (impresionante el despliegue de Laura Cortón dando vida a Noelia, a la doctora, a Amparito y a la vecina).
Como hemos dicho en el párrafo anterior, el papel de Pilar Manso sobresale por encima del resto. La actriz está descomunal en su papel de guía espiritual del grupo, convirtiéndose en el eje de la obra, en el firme sobre el que el resto de personajes asienta sus movimientos. Ella es el personaje que da cobijo a las ovejas descarriadas que son las hijas, el hogar al que volver, aunque como peaje deban escuchar las reprimendas y opiniones de la madre sobre sus vidas y sus acciones (algo que, por otro lado, ocurre en todas la mayoría de las familias). Manso ejerce de cuidadora, pero también de inquisidora; de tabla de salvación y de jueza dictatorial. Un personaje cargado de matices, con momentos de humor ácido que se intercalan con reprimendas de lo más crudas. Una gran matriarca que ejerce como tal, gobernando y apoyando a sus retoños en todo momento.
En lo que respecta a las hijas, las tres están excelentes. Beatriz Grimaldos está fantástica interpretando a una frágil Alicia, con más miedos que fuerzas para afrontar su nueva etapa de madre. La actriz se mete en la piel de esta hippie que huye del amparo de la madre, mientras su cordón umbilical le impide alejarse demasiado. Sus inseguridades de madre primeriza, los miedos a la soledad, los problemas de un parto prematuro, todo ello nos muestra a un personaje que se desliza por una continua montaña rusa de emociones, sin poder controlar sus propios nervios, con un entorno que cada vez la ahoga un poco más, pero al que necesita para poder levantarse cada día. Los cambios físicos le impiden tener la independencia deseada, mientras la presencia de su familia la agota cada vez más. Un papel estructurado en esos miedos y angustias, que Grimaldos consigue mostrarnos con todos sus matices.
A su lado, o más bien frente a ella, está siempre Carmen, maravillosa en su excentricidad Paola Ceballos en su papel de desesperada esposa en una continua huida hacia adelante, que intenta desesperadamente cambiar el rumbo de su vida haciéndose influencer. Su personaje va creciendo a lo largo de la obra, en su caótica vida, viéndose acorralada por un matrimonio que naufraga y sus dudas sobre su propia identidad, que descarga en su ámbito más cercano. Sus peleas con Alicia son de los momentos más demoledores de la función. Al margen de todo esto parece estar Paloma, brillante la interpretación contenida y dolorosa de Majo Moreno, la hija pequeña que vive a la sombra de la madre, en un estado de sitio del que no sabe cómo escapar. La historia se va centrando poco a poco en ella, en su desasosiego por una vida anodina y su tristeza por un futuro que no ve muy diferente. Por último tenemos a la polifacética Laura Cortón, que interpreta a cuatro personajes del más diverso pelaje. El despliegue de la actriz en todo momento es maravilloso, destacando la escena del sueño, en el que se desata y nos deja una asombrosa y surrealista interpretación.
En este montaje tan marcado por los personajes, destaca la sencilla y cuidada escenografía de Mónica Boromello, que consigue ambientar la casa de la madre y la habitación del hospital con ingenio y marcando ese primer plano de la escena con los paraguas que a lo largo de la historia irán utilizando las protagonistas. En esta apuesta por la cercanía y la calidez de la escena, destaca la pantalla octogonal en la que se proyectan distintas videoproyecciones (a cargo de Majo Moreno, David Martínez y Néstor L. Arauzo) a lo largo de la obra. Todo en este montaje se envuelve en un halo especial, así la cuidada iluminación de Sergio Torres ayuda a dar una textura distinta a cada escena, mientras el espacio sonoro de Nacho Bilbao nos transporta del frío otoñal de la lluvia a la alegría de las canciones de Paloma San Basilio o Julio Iglesias. Por último, el vestuario de Guadalupe Valero, informal y cotidiano, ayuda a la sensación de estar viviendo algo muy parecido a nuestras propias vidas.
Teatro: Teatro María Guerrero
Dirección: Calle Tamayo y Baus 4.
Fechas: Del 16 de Septiembre al 4 de Octubre. De Martes a Domingo 20:00.
Entradas: Desde 5,50€ en entradasinaem.
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