LA ISLA. Teatro Quique San Francisco

Éramos dos islas frente a frente, ¿para qué más? 



Se dice del metateatro a la teatralización de una acción espectacular, ritual o ficticia, que se lleva a cabo dentro de una representación dramática que la contiene, genera y expresa, ante un público receptor. En el ámbito contemporáneo, la figura más representativa del metateatro fue Luigi Pirandello, con su obra "Seis personajes en busca de un autor". El espectador asiste a una apología de la expresión teatral, en la que se hace constar del modo más expresivo el conjunto completo de sus recursos y referentes formales. 



Esta teatralización puede ser cómica, trágica, grotesca, etc..., y como expresión metateatral constituye la formalización de distintos grados de realidad, desde los que es posible percibir tanto las acciones que en ellos se desarrollan como la obra teatral misma que formal y funcionalmente los provoca. Así, para empezar a metaescribir. Y toda esta acción, esta expresión, esta representación, esta teatralización, esta percepción y esta provocación nos empieza a invadir desde el minuto uno, desde la aceleración de Ada, de Gema ensayando su papel



Hace tiempo exactamente no recuerdo cuanto, una nueva isla en el Pacífico Sur…”. Y luego entra Laura, o Marta, y se va, y repiten… Ada y Laura esperan en la sala de espera de un hospital noticias sobre la operación de su hijo de once años que ha sufrido un terrible accidente. Un niño con discapacidad mental, con una difícil adaptación, con una difícil vida, para él y para su familia. Sufrimiento, ilusión, esperanza, vida, muerte y dolor. Mucho dolor


¿Es ético escapar del dolor? ¿Es humano protegerse del mismo a costa de la pérdida del otro? Todos estos interrogantes nos plantea La Isla, Hunga Tonga, la isla que no quiere morir. Ada Y Laura, Gema y Marta. Otras dos islas en medio del océano, rabioso, siempre en movimiento, ahogante, que luchan también por sobrevivir en la no escucha, en la diferencia, en su propia realidad. En el continuo conflicto que nos plantea su dolor. Con el reloj de Telefónica al fondo, con sus colores cambiantes en una madrugada sin fin, rojo, azul, amarillo… Una policía y una maestra, Laura y Ada, en una tensa espera donde se desnudan, donde se rebelan ante nosotros, inquietos en las butacas. 



Sin tregua, esperando el ansiado Corten. ¿Cómo ves la escena? ¿Dónde coño se ha metido el director? que nos da una merecida tregua, que nos permite respirar un poco ante una nueva abatida, ante una nueva ola que llega a la isla, esa que no les permite salir. Y de la que ya no quieren sumergirse, ni nadar juntas. Todo muy ambiguo, ¿no? Todo muy poético, todo muy doloroso. “El amor es absurdo, y doloroso”. Una realidad que derrota a la propia vida, donde surge inevitablemente la culpa, nuestra cultural y retorcida culpa. La humana y la divina, la que nos atenaza, la que nos inspira también, la que nos mueve y nos remueve. La maldita y bendita culpa. Y ya no sabes si Marta es Laura, si Ada es Gema, ya no se sabe nada. 




La culpa nos ciega. Nos invade. Y arrastra también al dolor. “Todo es mentira excepto el dolor”. Ada y Laura, Gema Matarranz y Marta Megías, fragilidad y fuerza en escena, complicidad en esa pareja que no se ve, en esa pareja tan diversa, en edad, credo y religión. En la forma de ver la vida, pero que lucha, que pelea, que no se quiere hundir. Esa pareja actoral que nos lleva a sitios desconocidos que no nos suelen gustar, pero de los que salimos más fuertes y sabios. Ese acompañamiento de la compañera en esa fatídica/liberadora noche, con cariño, con cuidado, superando bajones de tensión y calor, mucho calor en esa fría sala. La vida en espera con intensidad, con corazón. Preciosa interpretación que nos llega y nos inquieta a partes iguales, en el filo de la línea de la honestidad y la brutalidad




Entre lo que se debe pensar y lo que se necesita pensar. En la conciencia. Interpretación de la mano de la dirección y creación de un texto maravilloso de Juan Carlos Rubio, que lleva a las actrices a estados muy especiales, muy difíciles; que nos traslada a recovecos complicados. El director está, aunque no en escena. Nos da esos pequeños momentos de respiro necesarios para no ahogarnos con ellas, para poder sacar la cabeza del agua y respirar, para poder ver nuestra propia isla, sin naufragar. 

Este montaje tan intenso, tan reflexivo, tan teatral y tan de verdad nos llega de la mano de Histrión Teatro; compañía formada por Nines Carrascal y Gema Matarranz (Ada) dirigida y escrita por Juan Carlos Rubio. Uno de los proyectos más comprometidos de esta compañía granadina, con más de 80 representaciones por toda España. Un desgarrador texto en una escueta sala de espera de un hospital, donde menos es más, con un diseño escenográfico de Álvaro Gómez y la iluminación de Juan Felipe que nos trasladan frente al reloj de Telefónica en esa madrugada de cristal. 


       

Exhausto me he quedado, como exhausto salí del Teatro Quique San FranciscoVengan a esta isla, no precisamente paradisíaca, pero vengan. No se la pueden perder. Traigan el flotador, por lo que pueda pasar, y sobre todo, no olviden el cargador del móvil. Vengan al teatro, vivan la cultura, seguro y segura.
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Teatro: Teatro Quique San Francisco.
Dirección: Calle Galileo 39.
Fechas: Del 3 al 13 de Marzo. De Jueves a Sábado a las 20:00. Domingo a las 19:30.
Entradas: Desde 18€ en teatroquiquesanfrancisco.

FICHA ARTÍSTICA:

Dramaturgia y dirección: Juan Carlos Rubio
Reparto: Gema Matarranz y Marta Megías
Ayte. Dirección: Luis Miguel Serrano
Diseño y realización de escenografía: Álvaro Gómez Candela
Diseño de iluminación: Juan Felipe «Tomatierra»
Sonido: Ángel Moreno
Diseño gráfico: Rafa Simón
Fotografía: Gerardo Sanz
Vídeo: gueben.es Diseño creativo
Producción: Nines Carrascal y Sonia Espinosa
Distribución: Nines Carrascal



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