Estamos ante una fabulosa retrospectiva vital, un recorrido por las experiencias de dos amigos, con sus inquietudes y sus miedos, con sus traumas y sus logros. Un ingenioso análisis de toda una época, de la vida en el barrio, de las tardes interminables con la abuela, del despertar a la sexualidad, de como se van poniendo los cimientos para crear una amistad que desemboca en esta propuesta. Desde verdad de las propias anécdotas, nace esta divertida comedia, con toques surrealistas y mucha ternura, que nos hará revivir junto a los protagonistas los deliciosos años de la niñez y la adolescencia.
Ha sido uno de los mayores éxitos de los últimos años. Todo comenzó en la sala exlímite del barrio de Usera, donde el éxito atronador de la obra resonó por todo Madrid. De allí a la sala de la Princesa del María Guerrero (donde agotaron de manera vertiginosa) y ahora llegan arrasando al Teatro Lara, donde el público sigue disfrutando y aplaudiendo esta genial propuesta. Todo este éxito se ha visto confirmado con el Premio Max a la Mejor autoría revelación de 2021 para Fernando Delgado-Hierro, artífice junto a Pablo Chaves de esta impecable obra.
Esta producción de la La_Compañía exlímite es una obra descomunal, a raíz de las vivencias, recuerdos y anécdotas de sus creadores y protagonistas Pablo Chaves y Fernando Delgado-Hierro. Un montaje que entrelaza momentos surrealistas con otros de un realismo mágico, escenas con un mensaje casi filosófico con otras que bucean en las tradiciones más casposas de nuestros pueblos. Comedia entremezclada con tragedia, el dolor con el placer, el misterio de adentrarse en lo desconocido enfrentado con el regreso al barrio en busca de respuestas. Impecable en la forma y vertiginosa en el ritmo, la función nos abruma por su contundencia, por su originalidad, dejándonos con un suave regusto a la salida de haber asistido a algo memorable.
Fernando Delgado-Hierro ha sido el encargado de escribir todo la avalancha de ideas que debió ser el comienzo del proyecto. Un texto formidable, que salta por los distintos momentos vitales de los protagonistas con una pasmosa sencillez, creando un complejo puzzle de lo que han sido sus vidas, de lo que son ellos ahora mismo y de la idea que tienen del lugar en el que se criaron. "Los Remedios nace del deseo de reencontrarse: con uno mismo, con el otro, con el lugar de donde venimos, con las personas que marcaron nuestro desarrollo, nos ayudaron a forjar nuestra identidad". De este deseo nace una historia en la que tienen cabida las abuelas, las madres, los profesores, pero también tradiciones como la Semana Santa y algunos extraños personajes con los que Fernando y Pablo se cruzaron por el barrio sevillano de Los Remedios, epicentro de todo lo que ocurre en la obra.
En palabras del director de la pieza Juan Ceacero (con Majo Moreno como ayudante de dirección) "la autoficción es tarea de funambulistas. Si la imaginación y la creatividad son inmanentes a la creación, nuestra labor ha consistido en mezclar la experiencia personal con la imaginación y la reescritura. Y tal vez el cóctel resultante (el uso de la deformación, la exageración, la máscara) pueda devolvernos una "verdad" más profunda acerca de nosotros mismos". Podemos confirmar que el montaje nos devuelve a nuestra esencia, a nuestros orígenes, para descubrir junto a los protagonistas todas las respuestas que a lo largo de la vida se nos van planteando. A lo largo de este artesanal y complejo proyecto vemos los conflictos sociales y los más íntimos de dos personas de barrio, que podríamos ser cualquiera de nosotros.
Ceacero reconoce que "Los Remedios nace del deseo de reencontrarse: con uno mismo, con el otro, con el lugar de donde venimos, con las personas que marcaron nuestro desarrollo, nos ayudaron a forjar nuestra identidad", y es por ello que la historia nos resulta tan cercana, tan íntima y a la vez tan universal. Si a eso le sumamos el ingenio del director para dar un giro a las escenas cotidianas para convertirlas en brillantes momentos de humor, tenemos un montaje descomunal que nos remueve las entrañas a la vez que nos hace reír sin parar.
Una búsqueda que nos lleva a recorrer lugares comunes que nos acercan poco a poco a los protagonistas. El director nos habla de "encontrarnos con nosotros mismos a través de la memoria del propio cuerpo: sus gestos, sus tonos, sus posturas, como si de una raíz se tratara. Encontrarnos con el amigo de la infancia, con el que comenzamos las primeras exploraciones teatrales. Encontrarnos en una sala de ensayos para indagar en la necesidad de las representaciones y su capacidad transformadora". Y eso nos lleva a darnos cuenta del valor del otro como parte de nosotros mismos, de nuestra historia, como parte esencial de lo que somos. La vida como un collage hecho de pequeños recuerdos, de retazos de realidad y sueños, de viajes al infierno con exploraciones que nos llevaron a grandes logros. Este abanico de situaciones diversas nos propone una interesante visión sobre lo que es la vida y la amistad, sobre los vínculos con nuestras raíces y con las personas que nos acompañaron en el camino.
El montaje nos habla de "la amistad como respuesta al desconcierto que produce la vida; y a su vez es una pieza que reflexiona, a su manera, sobre la raíz de la necesidad de actuar, del nacimiento del actor, de la posibilidad del teatro". A lo largo de la historia vamos viendo aquello tan manido de "el que tiene un amigo tiene un tesoro" como la persona que te acompaña a lo largo de la vida, con quien vas descubriendo los misterios del mundo, con quien compartes las alegrías y las tristezas. Si a esa complicidad que da la amistad le unes el amor por el teatro, el resultado es esta maravilla, que nos ayuda a descubrir la importancia de la acción teatral como parte esencial de la propia vida.
Y todo esto nos lo muestran en primera persona Pablo Chaves ("Cluster", "Recalificados", "Moongale") y Fernando Delgado-Hierro ("He nacido para verte sonreír", "Cuando caiga la nieve", "Scratch") en un trabajo prodigioso. Los dos se encargan de interpretar a todos los personajes que se cruzan por sus vidas, en un impecable trabajo de disección de las distintas personalidades, de los gestos y de las muecas, que nos hipnotizan con cada nueva creación (lo de Fernando en el papel de la abuela es sencillamente magistral).El despliegue físico, vocal e interpretativo que hacen los dos actores recorriendo sus propias vidas sin ningún pudor, es algo maravilloso. La solvencia de ambos, la naturalidad con la que hacen cada escena, la verdad que destilan en cada palabra, todo hace crecer la obra en torno a estos dos fenómenos.
Todo esto viene "empaquetado" en la sencilla y original escenografía de Paola de Diego, capaz de llevarnos a esas casas del barrio de los Remedios con una simple composición de elementos que a todos nos evocan otras épocas. Eso y un suelo muy de barrio es suficiente para hacernos viajar por la infancia y adolescencia de los personajes. Todo este recorrido vital viene sazonado por las imágenes que va intercalando Majo Moreno, como responsable de los audiovisuales, y que sitúa cada escena en un lugar preciso. Por último, hay que destacar la iluminación de Juan Ripoll, capaz de darle a cada momento la textura e intensidad necesarias.
Poco más nos queda por decir. Seguimos abrumados por lo visto el Domingo en la sala grande del Teatro Lara. La sensación de haber visto algo diferente, original y profundamente bello no se nos va, parece que la obra se nos quedará dentro una larga temporada. Una historia de dos amigos, contada por ellos mismos, que nos hace acercarnos a su realidad, a sus miedos y sus logros, todo ello desde un lenguaje teatral diferente, divertido, excesivo, brutal. Quedan pocas fechas y creo que hay pocos planes mejores para estos días. Acérquense a Los Remedios y sumérjanse en este particular universo que nos proponen Pablo y Fernando. Lo gozarán. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.
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