Violines al balcón nos reciben en el Corral, nos muestran en un inicio sorprendente, los personajes y la trama de este Siglo de Oro, o de barro, como algún otro criado de aquella época proclama. El teñir de las campanas nos abre paso en esta noche veraniega que ya toca a su fin, aunque siempre se resiste.
“Todo lo que digo es cierto, Hernando…”
Y es que Lucrecia se fija en don Juan, soldado sin fortuna y galán, pero resulta que le casan con don Julio, un partidazo y viejo rico que dice que si Lucrecia quiere heredar lo suyo, ha de casarse con su sobrino italiano Fabricio, al que detesta Lucrecia. Aparece también Lisardo, un letrado que también se prenda de Lucrecia... o de las apariencias. Se vuelve a casar, se anula el matrimonio entre Lucrecia y Fabricio, ¿o era Julio? Feliciana, su madre, la de Lucrecia, por allí también protagoniza alguna boda, y se casan a pares.
Lucrecia y Lisardo, Lisardo y don Juan, Feliciana y Lucrecia, o con Lisardo, o con don Juan… o con el sur sum corda… la trama está servida. Lope también, con sus equívocos, con sus libertades, con sus reflexiones, con sus sociedades atemporales que nos sirven en bandeja la crítica, mirándonos el ombligo tras cuatro siglos de reivindicaciones sin banderas, sin etiquetas.
“Soy del siglo XVII, y de Lope. Vive Dios”. Vuelven los temas de siempre, esos que autores tan excelsos como el Fénix de los Ingenios, visionario o profeta, nos hacen ver en sus obras. La libertad sometida al comercio, al dinero, al bienestar, al incierto futuro que nos maniata con aparentes libertades que no son tal, entendiendo también la otra parte, esa seguridad que una madre quiere para su hija sin importar su condición. “¿Es malo que yo procure el bienestar de mi hija?”, se pregunta Feliciana en un glorioso monólogo que nos deja así, mirando hacia dentro, con ganas de pensar, de seguir luchando.
Volvamos al Corral, a la noche madrileña de ahora, o de la de hace cuatro siglos, donde esta compañía castellano manchega, de Puertollano, Tumbalobos, revienta lobos por doquier, picándonos, provocando el pensamiento, ya desde el 2008, recordando esas comidas que preparaba la madre de José Carlos Fernández, motor de todo este enredo. Y así, tomando el maravilloso texto de Lope, esta compañía tan dinámica nos da la vuelta, da la vuelta al texto, un texto con esos toques machistas de la época, de las épocas. “No aceptaré ganado que no sea de mi agrado”.
Y nos llega, y nos toca, y nos pica, como la guindilla del revientalobos.
Bajo la dirección de Ana Vélez y con la excelente dramaturgia de David Fernández, Fabu, este montaje tan cuidado, tan escénico, tan bello en algunos pasajes, nos enreda en el enredo cual Demi Moore esperando su millón de dólares sin su Robert Redford, que pone más pimienta a su decisión. En este enredo, más sencillo, don Julio lo pone más fácil, aunque la reflexión es la misma. ¿Poderoso caballero es don dinero? ¿ o don Julio ¿ ¿ o Robert? Ja, las mismas situaciones una y otra vez.
“Joyas, gala y dinero ponen las mujeres bellas”.
Y el elenco nos lleva de la mano a ese Madrid, a esos patios nocturnos donde todo se cuece, a esas puertas que se abren y cierran, a esos amoríos tan idílicos, tan sentidos, tan sufridos…”¿Lloras mi señora? Lloro, ¿Para qué quiero yo el oro?”
No querría olvidarme de los criados, a mi juicio, tan necesarios como sus amos, a Hernando, Isabel y Millán, que ponen cordura en sus miradas, que ponen la tierra en los cielos, que ponen verdad en su mundanidad, tan necesarios en estos lares, en estas disputas, en estos quehaceres. Que serían las andanzas sin sus intervenciones, y que bien nos lucen los tres, David Bueno, músico de la obra también, Nerea Moreno y José Cerrato.
Y sus amos, los galanes, los protas, aunque todos son Lucrecia y Feliciana, don Juan y Lisardo ( y sus desdobles) con María Crespo, Alicia Rodríguez, Rubén Riera, que me recordaba por momentos a Francesco Carril, y José Carlos Fernández. Ellas y ellos nos golpean, nos muestran la realidad, nos confrontan, nos la preguntan en este nuestro siglo XXI (reminiscencias o similitudes con Todas hieren y una mata del gran Álvaro Tato).
David Bueno, a la par que Hernando, con sus músicas tan dispares también nos lleva donde ellos quieren, con sus barroquismos, sus boleros, sus toques pop o su desmadre "movidil" madrileño que ayuda al enredo, a la trama.
Condiciones ambientales que nos afectan, a todos, y sobre todo a todas, y ya aprovechar también para reivindicar condiciones homosexuales en escena, por qué no. Y por qué no me voy a provocar en escena si soy mujer…
Vengan a cenar con estos manchegos, degusten su tumbalobos y echen incluso más picante. No les defraudarán. Somos del XXI y, como no, somos LOPE.
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Teatro: Corral Cervantes
Dirección: Palacio de Cristal, Parque Madrid Río. Paseo de la Chopera s/n.
Fechas: Del 21 al 22 de Septiembre. Jueves y Viernes a las 21:00.
Duración: 105 min. sin intermedio.
Entradas: Desde 16€ en Corral Cervantes.
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