Esta historia, escrita por Miguel Delibes en 1975, nos traslada a la esencia misma de lo que somos, de este país nuestro tan diverso como polarizado, tan áspero como los campos de Castilla y tan voluble como el mar que azota las costas de esta España nuestra. Una historia que nos habla de los hombres de una época, aquellos que no podían mostrar sus sentimientos porque no estaba bien visto, que tenían que demostrar lo rudos que eran sin importar lo que sintiesen realmente. Un país, el nuestro, lleno de contradicciones que el autor nos muestra desde Pacífico, un personaje fabuloso que intenta cerrar heridas desde la cárcel.
Curiosa fecha la elegida para ver este montaje, en un San Valentín de frío, de viento, la fecha de un santo que la propia iglesia pone en duda su existencia. Imagino que antaño El Corte Inglés tuvo mucho que ver. Quizá no era el día para verla. Quizá.
Música de orquesta, de banda, de fiestas del pueblo nos recibe en el Teatro Bellas Artes. Tan solo un espejismo. Después una sala, fría y cálida a la vez. El lugar de las entrevistas. Pacífico Pérez, el psiquiatra. La cárcel.
El mundo castellano en sí mismo, el alegato a la no violencia, al sentido común, a lo que se nos cuenta y lo que se confunde. A la resignación del que escucha e imita, año tras año en la aridez del carácter. En una España sumergida y encorsetada.
“Todos tenemos una guerra como todos tenemos una mujer”. Y así, generación tras generación, Pacífico nos cuenta las guerras de sus antepasados, de los nuestros, de todos ellos, de su Bisa en la carlista, de su Abue en África y de su Padre en nuestra piel de toro, reflejada en los campos de Castilla, como ya nos narraba Machado.
Con ese toque castellano, con ese acento tan natural, tan de aquella zona, con esos modismos que nos recuerdan al verano, al sol, al cereal, a la calma. Las más de las veces "me cago en sos". La vida de Pacífico, marcada por las guerras, las de sus mayores, las de aquellos hombres rudos, duros, que debían ser fuertes porque sí, porque eran hombres y castellanos.
Y se construyen los personajes, y la naturalidad sale a flor de piel, y aparece en todo su esplendor ese actor que siempre conmueve, que siempre convence, que a veces también enloquece y nos enloquece.
Aparece Pacífico, aparece Carmelo Gómez y ya es otra historia. Y ya nos lleva a esas trincheras, a esos campos, a esos giros, a ese sabor y saber popular, donde a ratos veía a José Sacristán en su viaje a ninguna parte. Otro grande. Y el espacio se hace Carmelo, y él se adueña del espacio, de la sala, de toda la prisión. Y nos cuenta esas anécdotas, esa vida ligada al fusil, sin comerlo ni beberlo. Con esa ingenuidad y ese sentido común tan de la tierra, tan intrínseco, tan cultura. “Sino me cree eso, como para contarle lo de la bombilla”. Y Pacífico cuenta, rememora, se pierde en su mundo de recuerdos, reales y ficticios, y duda, y no duda. Y nos envuelve. Ya nos ha ganado el personaje.
Vuelve a aparecer el maestro.
Parece ser que Delibes en su obra quiso reflexionar sobre la violencia en nuestra sociedad, sobre la libertad y las responsabilidades, las nuestras y las de los demás. Y así, pregunta tras pregunta del doctor Burgueño, este joven sensible e ingenuo también acabará entrando en la rueda de la violencia, que no distingue entre los unos y los otros. Allá donde va, destruye. “Que quien se pone a dar se pone a recibir”. Y en esta mente contradictoria nos perdemos, porque a Pacífico lo adoptamos , lo queremos, lo entendemos, aunque también lo compadecemos y, como no, nos identificamos como sociedad, esa que obedece y calla, esa que se disgrega y se diluye, esa que no se encuentra.
Pacífico es un hombre que carece de malos instintos, pero sin embargo…
Y las preguntas, las preguntas del doctor. “Tié usted cada pregunta…” de la mano de Miguel Hermoso, que acompaña a Carmelo Gómez en su viaje interior, en su pasado marcado por una existencia marginada, por una constante destructiva que marcará su existencia. Miguel contiene a Carmelo, le marca, le seduce, con complicidad en escena, con mucho trabajo detrás. Aunque quizá se hubiera agradecido algún golpe de efecto, algún giro, algo que nos sacara de esa planicie castellana que quema, que nos azota con el viento, que duele.
Con un trasfondo de violencia, de costumbre, de tradición, Eduardo Galán ha adaptado este texto, con la dirección de Claudio Tolcachir, para llevarnos a ese punto de sinsentido social que se sigue repitiendo sin descanso, sin reflexión. El propio Galán reconoce que ha querido "destacar el el carácter complejo de Pacífico Pérez, su sumisión a los poderosos, su resignación casi franciscana ante un destino grabado en su memoria desde la cuna con las historias de las guerras que le contaban el Abue, el Bisa y Padre... He respetado el esquema original de la novela de las siete entrevistas mantenidas por Pacífico con el psiquiatra de la prisión. En ellas se expresa con plena libertad y con el mejor lenguaje rural castellano, que con tanto acierto le concedió su autor original".
----------------------------------------------------------------------------------------------
Teatro: Teatro Bellas Artes
Dirección: Calle del Marqués de Casa Riera 2, 28014 Madrid
Fechas: Del 25 de Enero al 2 de Abril. De Martes a Viernes a las 20:30. Sábados a las 18:00. Domingos a las 19:00. Martes y Miércoles, día del espectador.
Entradas: Desde 17€ en TeatroBellasArtes.
Reparto
Carmelo Gómez
Miguel Hermoso
Ficha artística
Autor: Miguel Delibes
Adaptación teatral: Eduardo Galán
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Escenografía: Monica Boromello
Vestuario: Yaiza Pinillos
Espacio Sonoro: Manu Solís
Ayudante Dirección: María Garcia de Oteyza
Productor: Jesús Cimarro
Dirección: Claudio Tolcachir
Producción: PENTACION Y SECUENCIA 3
Una producción de Pentación espectáculos y Secuencia 3.
No hay comentarios:
Publicar un comentario