Virtuosas ellas, honorables ellos. Personajes presos de miradas, alcahuetes, supercherías, moral obtusa escrita por unos pocos, impuesta a tantos. Convenciones sociales que obligan a que además de ser haya que parecer. Una panóptica España que Valle Inclán supo dibujar como nadie.
Me preguntaba, me pregunto a veces ¿Cuál sería el punto exacto para Valle Inclán cuando urdia el esperpento? Para los demás, para nosotros, supongo que es algo así como la utopía, aquello de caminar pero no alcanzarlo nunca, o en este caso no saber si lo has alcanzado o ya te has pasado.
No nos queda por más que disfrutar de las diferentes versiones, los diferentes entendimientos y como en este caso del increíble trabajo de Ainhoa Amestoy y su equipo en una versión que hizo las delicias de todo un público puesto en pie para aplaudir su meritorio trabajo.