Con
motivo de la séptima edición de Esencia, el Festival de la teatralidad llega a
la Sala Cuarta Pared de la mano de la compañía valenciana A tiro hecho su
última obra Ingovernables. Una sacudida de realidad, una agitación de
conciencias y un grito a la resistencia.
Con clara influencia en los movimientos
sociales surgidos a partir del 15 M, Ingovernables
es un paseo por las consecuencias que la crisis económica de 2008 tuvo y continúa
teniendo en la sociedad. Especialmente dura con las clases sociales más
desfavorecidas.
La explosión de la búrbuja inmobiliaria
lejos de suponer un alivio supuso un agravamiento de uno de los derechos más
básicos: el derecho a una vivienda.
El sistema ha cambiado, se ha vuelto aún
más perverso y su objetivo ahora es la transformación de nuestros barrios, de
nuestras ciudades con un claro objetivo, la obtención del mayor beneficio
económico.
Espacio Ibercaja Delicias. - ¿Dónde es?, - ¿Dónde
está?. Muy sencillo, el acceso es por el lateral del Museo del Ferrocarril, no
tiene pérdida. Una carpa a lo lejos y ya comienza el leve hormigueo en el
estómago.
Basada en un hecho real acaecido hace unos años, el relato conmovió a la opinión pública y sobre todo cabreó mucho a una parte importante de la sociedad. Se volvió a abrir ese eterno debate sobre hasta donde pueden llegar los policías para apaciguar una revuelta, en que momento pasan de ser defensores de los ciudadanos a violentos agresores. Esta nueva versión nos acerca aún más al hecho en si, tanto por el formato de la sala como por la cercanía a unos personajes muy identificables. Una buena reflexión sobre lo que somos como sociedad, lo polarizados que estamos y tantos otros debates que resuenan a diario en nuestras cabezas.
Llega a los Teatros del Canal este fabuloso relato de Emilia Pardo Bazán, considerado según los especialistas como "el primer relato policial moderno de la literatura española". Pero lejos de ser ese un mérito suficiente, en él tenemos muchas de las señas de identidad de la escritora gallega. Un texto preciso, unos diálogos mordaces, una radiografía detallada de la sociedad de la época, un profundo feminismo que se plasma en la riqueza e ingenio de sus personajes femeninos. Una pieza divertida, inquietante, sarcástica, precisa, que nos lleva en volandas por este relato hasta la sorpresa final.
Las relaciones personales, los amores, las rupturas, el dolor que se queda clavado en el pecho y nunca nos abandona tras la pérdida de un ser querido. Todo esto nos muestra esta deliciosa historia de amor y de pasión, de dolor y de pérdida, de confianza y de miedos. El amor puede ser lo más bonito que nos ocurra en la vida, pero también puede ser una pesada losa que arrastremos cuando se acaba y no entendemos bien las razones. Esta tierna y preciosa historia nos lleva de la mano por lugares preciosos llenos de luz, pero también nos conduce a otros oscuros parajes por los que muchos hemos pasado y de los que cuesta tanto salir.
La historia de España y sus linajes reales ha sido siempre bastante esperpéntica, llena de episodios sórdidos y oscuros. Si a esto le sumamos la mordaz visión de los chicos de Club Caníbal, tenemos como resultado esta maravillosa locura, en la que nos relatan las peripecias del rey Alfonso XIII, un personaje muy particular y bastante controvertido. A modo de alocado cabaret, vamos descubriendo las andanzas de este peculiar Rey, que como reconoce en una escena de la obra "lo que más me gusta es follar, fumar, comer, beber, dormir e irme de cacería", todo un ejemplo...
Las raíces.
Las raíces.
La identificación que sentí anoche al ver Ilusiones fue catártica. Esos barrios humildes, obreros, “conflictivos” donde hemos crecido, donde tenemos ese sentimiento de amor odio, de pertenencia en ocasiones, de huida en otras. De cambio, de permanencia. De las raíces. De lo que somos y fuimos. De lo que hemos cambiado y de la esencia, del día a día. Del barrio. De Ilusiones. Y esos bancos, esos míticos bancos, de tardes de litros y de pipas. De coqueteo y de charlas. Sin móviles de por medio. De amistad.
Se acaba el año y con él estos tortuosos meses de aforos limitados y plateas medio vacías. Esperemos que ya de forma definitiva. En este mes de reencuentros familiares, de momentos de felicidad más o menos impostada, regresan las típicas e ineludibles citas navideñas, pero también tendremos la oportunidad de degustar alguna de las grandes piezas que se reponen. Y por si eso no fuese suficiente, tenemos interesantes montajes sobre obras de Emilia Pardo Bazán o Max Aub, que no todo va a ser ligerito en estos últimos días del año.
Siempre
es un regalo tener la oportunidad de ir al Umbral de la Primavera, una de las
salas con más magia y encanto a la que podemos acercarnos. Si a ello se une una
obra de enorme interés se nos presenta el plan perfecto.
Al entrar, al tomar asiento, unas
escalinatas marchitas, tonos grises en escena. La guerra, la ignominia de uno
contra todos, la desolación y la desesperanza que acaricia el alma y al
pueblo, cuando no existe forma humana de rebelarse contra el poder.
Numancia, una tragedia que reflexiona sobre los límites de la libertad humana,
individual y colectiva. Una expresión trágica de la
impotencia humana y su supeditación a las formas de poder, una tragedia
renacentista inspirada en la derrota de Numancia de las guerras celtíberas a
manos del poder romano en el siglo II a. C.
Es difícil deconstruir conceptos, aprehender y volver al origen de las
palabras, volver a la esencia y volcar nuestra concentración de para que fueron
construidas. Hemos deformado y pisoteado los conceptos. “El cerco de Numancia” es un fiel reflejo de esta insolencia. Nuevas
teorías que hablaban de “El miedo a la libertad”, donde el pueblo espera a ser
representado, en una suerte acomodaticia, donde se somete por el miedo a tomar las riendas de su propio
destino, y asumir errores. Volvemos a la libertad en tanto a pertenencia, a
formar parte de un grupo lejos de la petulancia individual y egoísta,
anteponiendo la soberbia de salvarme yo, frente al otro.
Es “Numancia”un espejo, de la realidad que era y sigue
impertérrita en el tiempo. El poder sigue constante, displicente, mientras
tanto la ciudadela cercada, es hoy un todo global tan deslavazado que resulta difícil
engarzar.
Ana Zamora dirige una puesta
en escena sólida, imperturbable al paso del tiempo, de complejo verso y texto
del que solo Cervantes puede tener autoría. La lucha
del oprimido contra el opresor latente y rotunda en escena. Sintetizando y
magnificando lo vital sin perder un atisbo de fidelidad a la esencia
cervantina. Zamora se acompaña de un elenco que ha sabido dar forma y vida a
los gritos de un pueblo que lucha por sudignidad que se rebela contra lo injusto, que agonizala muerte dignificando así la vida. Zamora consigue que las conjugaciones
violencia/ debate verbal, barbarie/ civilización con las que se trabajan, sean
entendibles y se establezcan estrechas relaciones con conceptos aún vigentes proyectándose
fieles pero acercando un texto complejo al gran público. La libertad como
concepto y con efecto de pertenencia al grupo, distando de una libertad
individual y egoísta tan marcada en estos tiempos.
Es “Numancia”, la astucia de un pueblo que prefiere morir a doblegarse.
La lucha contra la invasión, la humillación y la injusticia de un pueblo que se
siente arrollado por el poder militar de Roma. Durante
los veinte años que duró el asedio de Numancia, que avergonzaba profundamente a
todos los romanos, los celtíberos opusieron una resistencia. Marandro,
enamorado de Lira, decide resistir junto a su pueblo al cerco al que el
ejército romano, bajo las órdenes de Escipión, somete a todos los habitantes
de Numancia. Están dispuestos a morir antes de entregarse vivos.
Irene Serrano, José Luís
Alcobendas, Alfonso Barreno, Javier Carramiñana, Javier Lara, Eduardo Mayo,
Alejandro Saá, Isabel Zamora componen un
elenco que fluye a la perfección en escena, romanos y numantinos, cinestesia y
movimiento escénico componiendo un todo perfecto. Cambios radicales de
vestuario y sutil gesto que no romperá el ritmo, únicamente nos situará en otro
plano en la otra cara de la moneda.
La ciudadela, la inanición y
la muerte, la angustia, la opresión, la lucha, la rabia con un poso constante
de melancolía, frustración y desolación. La irrupción de
las tropas ocupando el espacio central, los palcos laterales invadidos por la dialéctica.
Numancia ha copado el Teatro de la
Comedia, ya parecemos formar parte del cercado numantino. Solo nos
queda resistir o someternos, pero aún no ha terminado la función.
Nos sorprendió de nuevo Irene
Serrano con una madurez cada vez mas sólida en escena, uno de los valores mas
certeros en la escena clásica actual, verdad en soliloquios y diálogos,
sentimos el desgarro en su espera y la rabia del que no sabe cual será su
porvenir.
Alicia Lázaro en el trabajo
de dirección musical construye una mezcolanza cuya
raíz deviene en fuentes renacentistas, canciones españoles y los madrigales
italianos, danzas populares y las escenas carnavalescas de los antiguos
romances dando si cabe mayor fuerza a esta Numancia íntima.
Un vestuario austero, aciago
trabajo de Deborah Macías, marcando la desidia, realizando un
ejerciciode extensión y compactación
con la escenografía de la mano deCecilia Molano.Miguel
Ángel Camacho en el trabajo de iluminación, pondrá el foco en el temor y en
la lucha de un pueblo, pero también en la prepotencia del que viene a vencer,
juego de luces y sombras que nos atrapará intentando identificar ese juego.
No podemos olvidar al imprescindible Vicente Fuentes en asesoría de verso, Javier García Ávila en
coreografía, Fabio Mangolini en asesoría de movimiento, Rodrigo Muñoz en asesoría de percusión y todo
un equipo que nos acerca a una obra del mas alto nivel.
Entran las tropas y solo queda ir a
disfrutar de esta brillante puesta en escena para descubrir si finalmente nos
doblegamos o preferimos la muerte para dignificar la vida.